domingo, 29 de junio de 2014

Hablemos Del Fracaso

“El fracaso de una meta equivocada puede ser un poderoso impulso para el triunfo de una meta justa”.
— Alejandro Jodorowsky 

“No he fracasado. He encontrado 10000 soluciones que no funcionan”. 
— Thomas Alva Edison

Sin sufrir las peripecias de Cándido ni caer en el síndrome de Poliana, numerosas personalidades han utilizado la escafandra del optimismo para sumergirse en retos que no parecían estar a la altura de los mortales.

Cuando se habla de emprendedores inmunes al desánimo se suele citar a Thomas A. Edison, que quemó decenas de miles de bombillas hasta lograr que se hiciera la luz. Se cuenta que, en una ocasión, un discípulo suyo le preguntó: “Maestro, ¿cómo es que después de tantos fallos y errores usted sigue adelante?”. A lo que el inventor respondió: “¿Fallos y errores? No conozco estas palabras. Sólo puedo decirte que ahora tengo 912 fórmulas de cómo no hacer una bombilla”.

El hecho de que finalmente lo lograra tiene mucho que ver con su convicción de que el genio es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración. Sin embargo, hay una variable más que distingue al optimista que logra sus objetivos: la capacidad de superar lo que en cada época parecía posible y razonable.

Más adelante abrió una “fabrica de inventos” donde se construían todas las piezas necesarias para desarrollar sus proyectos. De ella salieron el fonógrafo, el dictáfono, y cientos de invenciones.

Edison era un optimista que no se rendía y que sacaba lo positivo de las situaciones adversas. Cuando un incendio destruyó su taller, con inventos a medio acabar, dijo:

“Se han quemado todos nuestros errores. Gracias a Dios podemos comenzar de nuevo”.

Los pesimistas, por el contrario, adoptan ante la vida una estrategia defensiva. Esperan poco o nada de sus iniciativas para prevenir la desilusión que provoca el fracaso. Suelen ser personas ansiosas que prefieren asumir la catástrofe de antemano a lidiar con el desencanto. Sin embargo, el problema de esta estrategia es que puede llevar al individuo a actuar por debajo de sus posibilidades.

Un ejemplo práctico: A tiene una primera cita con B y está tan convencido de que fracasará, que, sin darse cuenta, actúa de forma que se confirmen sus previsiones. No transmite a B entusiasmo ni energía positiva, sólo temor. Cuando finalmente A se decide a tomar la iniciativa, ésta se halla tan fuera de lugar que causa una mala impresión en B, lo cual confirma el guión mental trazado por A, que se dice a sí mismo: “Ya sabía yo que no iba a funcionar”.

Lectura recomendada: La escafandra del optimista, de Allan Percy


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Imagen: Lose the pain by Anna Collien 
Montaje de Imagen: Manny Jaef 
@alejodorowsky en Twitter


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