A quien se le exige sumisión dice: «Quisiera someterme, dejarme conducir por ti, sin resistencia alguna; que tú mandes, que tú decidas, como hacían mis padres. Pero no puedo, ni quiero. Estoy convencido/a de que si lo hago, me desatenderás. Así es que, aunque te enfurezcas, insistiré en mis reivindicaciones de independencia. A veces amenazaré con suicidarme para que comprendas que debes dejarme libre. Sin embargo, a pesar de todos tus insultos, no puedo separarme de ti. Estoy dentro de un juego cruel al que yo mismo/a me he encadenado».
Quien mantiene sometido y atrapado al otro dice: «Puesto que en una pareja uno de los dos debe dirigir, asumiré yo ese papel, porque durante mi infancia he tenido que bajar la cabeza. Con mis padres nunca pude opinar, satisfacer mis gustos o desobedecer. Ahora que te he encontrado, débil y cobarde, aprovecharé para tratarte exactamente como hicieron ellos conmigo».
Esa persona débil está habitada por un deseo enorme de vencer algún día, en cambio la que dirige es insegura y sólo dominando se demuestra a sí misma que tiene fuerza. Cuando el dominado se libera poco a poco, el dominador -por miedo a la separación- comienza a hacer concesiones y los roles se invierten. Si los consultantes están en este caso, les aconsejo el siguiente acto:
Lunes: durante todo el día él, con un cartel colgado del cuello que diga «DUEÑO», dará a su compañera todas las órdenes que quiera, razonables, absurdas u odiosas. Ella, con un cartel colgado del cuello que diga «ESCLAVA», obedecerá sin protestar. Por la noche, él organizará el acto sexual de la manera en que lo desee.
Martes: durante todo el día ella, con un cartel colgado del cuello que diga «DUEÑA», dará a su compañero todas las órdenes que quiera, razonables, absurdas u odiosas. El, con un cartel colgado del cuello que diga «ESCLAVO», obedecerá sin protestar. Por la noche, ella organizará el acto sexual de la manera en que lo desee.
Miércoles: ambos saldrán a pasear, eligiendo calles muy concurridas. Él irá en una silla de ruedas, empujado por su compañera. De manera despreciativa, insultándola, le gritará órdenes que ella, sin chistar, obedecerá.
Jueves: ambos saldrán otra vez a pasear, eligiendo calles muy concurridas. Ella irá en una silla de ruedas, empujada por su compañero.
De manera despreciativa, insultándolo, le gritará órdenes que él, sin chistar, obedecerá.
Viernes: durante todo el día no se hablarán. Compartirán el tiempo y las comidas en silencio. Al llegar la noche, se desvestirán y se acariciarán. De pie, frente a un espejo que los refleje de cuerpo entero, él la penetrará. Así, íntimamente unidos, no se moverán. Juntando sus voces recitarán el siguiente texto, que habrán aprendido de memoria: «Todo va naciendo, muriendo, transformándose. Nunca estamos en el mismo sitio ni somos los mismos. Encontraremos en lo fugaz una unión permanente, moderando los deseos en pro de la salud. Eliminando las cosas pasajeras y de poco valor, lograremos la, libertad. Cesando de identificarnos con nuestra persona, para que nada nos separe de la energía creadora, lograremos la unión. Moriremos a nosotros mismos y volveremos a nacer, transfigurados. No tendremos barreras entre lo humano y lo divino, seremos tanto lo que somos como lo que no somos».
Sábado: invitarán a familiares y amistades a que los acompañen a celebrar su casamiento (o su nuevo casamiento si ya están casados) y los recibirán, unidos por las muñecas con un par de esposas, completamente desnudos, comportándose con naturalidad, como si estuvieran vestidos. Será una ceremonia íntima, donde una persona elegida por ambos de común acuerdo, les leerá el siguiente contrato matrimonial, que al final de la lectura firmarán con una gota de sangre extraída de sus dedos anulares:
«Construiremos una pareja adulta y equilibrada. Aunque profesemos ideas y creencias opuestas, comprendiendo el valor del respeto, desarrollaremos una benévola comprensión hasta llegar a compartir el silencio. Bajo el pretexto de la palabra «amor», nunca le exigiremos al otro el don total de su ser, tratando de convertirlo en un alimento que llene nuestro vacío existencial. Eliminando infantiles deseos de fusión, no pondremos obstáculos a que en el corazón del otro se desarrollen todas las formas posibles del amor: a sí mismo, a sus parientes, a sus amigos, a la humanidad entera, al planeta, al universo, a la energía divina que anida en la materia. Nos liberaremos de toda inhibición o exacerbación de nuestros deseos. Experimentaremos el placer liberándolo de la posesión. Desarrollaremos la complicidad y la colaboración, dejando de explotarnos el uno al otro. Económicamente independientes, compartiremos un trabajo y un territorio, pero conservando un área privada. En caso de necesidad nos apoyaremos: habremos aprendido el valor de la lealtad».
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Alejandro Jodorowsky en “Manual de Psicomagia”.
Imagen: Keri Rutabaga
Montaje de Imagen: Manny Jaef
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