“Alguien va a ver a un amigo muy enfermo. Lo saluda: ¡Hola, ¿me reconoces! El enfermo le responde: ¡No! ¡He cambiado mucho!”
Las cosas ya no son lo que eran cuando nosotros cambiamos. Y es bueno y esencialmente necesario que las cosas no estén estancadas, que sean fluidas, la vida es cambio continuo. Pero para que las cosas cambien, debemos aceptar la transformación de nosotros mismos, es decir rendirnos, dejar desmoronarse las ideas locas que impiden el desarrollo de nuestra mente, dejar que los nuevos sentimientos hagan estallar los diques que encierran a nuestro corazón, dejar que las morales obsoletas dejen fluir nuestros sanos deseos, permitir a nuestro cuerpo entregarse a la alegría de vivir, sin temer a las amenazas continuas con que los políticos y mafias económicas nos controlan. Si en el trabajo, o en tu vida sentimental, te someten a injusticias, no debes menospreciarte, debes tomar esas injusticias como demostraciones, como saludables fracasos. “Este camino por el que te empeñas en marchar, no es el tuyo, no te conviene, acepta el fracaso para que cambies por fin de camino, ríndete!” Vi a mi amigo Jean Pierre Vigneau, Maestro de karate-do, hacer una demostración atacando a un alumno. Esta demostración fue perfecta, no sólo por la inmensa maestría de mi amigo, sino también porque su discípulo se rendía a cada ataque, a cada empujón rodaba por el suelo, al ser bombardeado con golpes que se detenían a un milímetro de su cuerpo, no se movía, entregándose con una confianza ciega. Si hubiera tenido la más leve duda, le habrían quebrado un hueso. Viendo esto comprendí que ante los embates de la “realidad” (el mundo artificial que crean los seres ávidos de poder) no hay que resistir de frente sino plegarse (recuerda la fábula del árbol que resiste al huracán y es quebrado, y el bambú que se dobla y dejándolo pasar queda indemne). Debemos convertir a las adversidades en Maestros. La única forma de liberarnos de nuestros problemas, es cambiar, mutar mentalmente, emocionalmente, creativamente. Mi maestro Zen, Ejo Takata, decía: “Para estar bien de pie hay que haber caído muchas veces. El que no sabe caer, no es dueño de su equilibrio. El que no acepta con humildad el fracaso, no puede triunfar. Se triunfa aprendiendo a fracasar”.
“El paciente: ¿Doctor, qué es la salud?. El médico: ¡Es un equilibrio inestable!… ¿Y la enfermedad?. ¡Es un desequilibrio estable!”
Hay personas que se sienten muy estables cuando tienen una enfermedad y desde que recuperan la salud, se angustian. En cuanto la felicidad les llega, se sienten en peligro porque pierden la estabilidad del drama, la estabilidad del sufrimiento... Conozco a un muchacho, músico de rock, que se da cortes en los brazos con una hoja de afeitar, porque sufre intensamente. Prefiere sentir el dolor en su carne que en su alma. Analizando su árbol genealógico me enteré que su padre había muerto en un accidente de moto, cuando él era un niño pequeño. Su madre, para siempre viuda, veía al mundo como un lago de sufrimiento... Este muchacho, cada vez que tiene una alegría, se siente culpable ante su madre tan triste. Por eso se da cortes en los brazos, como castigo. Cuando sufre tiene el goce del sufrimiento, porque el sufrimiento lo iguala a su madre. Y es así como logra el amor de ella, ambos viven juntos en el desequilibrio estable del odio al mundo. Cada vez que llega al equilibrio estable de la alegría, la destruye.
Texto tomado de Plano Sin Fin
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Imagen: (*)
Montaje de Imagen: Manny Jaef
@alejodorowsky en Twitter
(*) Imagen memorable de entusiasmo, “I want! I want!” es uno de los 18 grabados (6cm x 5cm) que documentan las diferentes etapas en la vida del hombre, y que fueron publicados juntos bajo el título For Children: The Gates of Paradise en 1793.
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