domingo, 15 de junio de 2014

Nos Dimos Un Verso Y Nos Metimos En Un Grave Poema...

“...Su piel, intensamente perfumada, me provocó una especie de locura. Dejé que me tomara de una mano, me arrastrara hasta la calle y detuviera un taxi. Durante el trayecto me besó con pasión, al llegar a la suite de su hotel se desvistió apresurada, se puso de rodillas dándome la espalda, inclinó la cabeza hasta tocar el piso y, prohibiendo que me desvistiera, así, con traje de cuero, sombrero y botas, pidió que la penetrara.
Con la demencia de la excitación acrecentada por la intensa humedad de su vagina, entré en su intimidad dando un rudo caderazo iba a comenzar mis vaivenes cuando un potente «¡alto!» me paralizó.
-No te muevas. Quiero que seas el eje de mi pasión.
Con sorprendente agilidad, buscando precisos apoyos en mi cuerpo, comenzó a voltearse, hasta que quedó frente a mí, con los muslos apretando mi cintura, los pies entrecruzados en mi espalda y su frente apoyada en la mía. En esta nueva posición, quise por fin frotarme en su edén, pero volvió a exclamar «¡Alto!» con tal autoridad que me vi obligado a obedecer.
Pasó un minuto eterno. Mi pubis temblaba queriendo retroceder para volver a la carga. En esa torturante quietud, de pronto, comenzó un parpadeo de paredes acuosas que poco a poco fue adquiriendo velocidad. Su vagina entera, dando vertiginosos apretones, se convirtió en un guante trepidante. En medio de esa tempestad muscular ya no necesité moverme. En pocos segundos mi semen la inundó. Cuando, después de tres eyaculaciones seguidas, le dije que nunca había conocido una mujer con tal habilidad...”

Extracto del libro “El maestro y las magas” de Alejandro Jodorowsky


╰☆╮

Y aquí el comentario de una mujer tan pero tan textual que podría comerte a versos:

Recuerdo perfectamente cuando leí este fragmento en un paradero de micros esperando la c11 en escuela militar a las 7 am para ir a mi trabajo.

Me sentí completamente inundada de deseo. Me excité al punto tal, que no importó la multitud con sus bostezos, no importó el ruido ensordecedor de la locomoción, no importó tener que llegar a trabajar con mis labios (vagina) húmedos, rebosantes, que al más mínimo contacto estallaban en placer.

Ese instante fue perfecto. No necesité nada más que mi imaginación y la descripción perfecta de Jodo.

En ese tiempo estaba en una relación, y al terminar la jornada le comenté a mi pareja mi experiencia.

Me encontró loca y tonta y me dijo algo así como: “o sea que yo no hago bien mi trabajo y por eso tienes que leer para excitarte”.

En ese instante me sentí tonta, como él lo sugirió...

Ahora, veo lo triste que debe ser vivir en su cuerpo. Un cuerpo yerto, sin la capacidad mágica de transportarse a si mismo al placer de las letras. Veo que nunca comprendió lo que le dije del libro, y que en vez de aprovechar ese instante lujurioso hundiendo su sexo en el mío, me criticó. Pobre tipo.

Fuente: La Cosa Textual 
Imagen: Dronevil


No hay comentarios:

Publicar un comentario