Stella Díaz Varín, poetisa nacional de la Generación del 50, nunca pensó en definir al arte poético ya que según sus propias palabras; “Es algo absolutamente fuera de mí. Existen instantes poéticos en los que tú existes, pero no se puede decir nada más, porque la poesía trasciende a todo. Tampoco sé lo que siento cuando escribo, porque me encuentro totalmente ida”.
Stella Díaz Varín, sin siquiera anhelarlo, bajo la intriga de su esencia volcánica y el paso de su fragancia, inmortalizada por su figura pictórica, logró enamorar a dos poetas a su paso. El primero de ellos, un Antipoeta y el segundo un Psicomago, y esta es su historia.
__
“Al día siguiente dejé pasar las horas, sin que ninguna de ellas me importara. Inmóvil iba yo avanzando a través de un tiempo plano, gris, un túnel vacío dónde al final brillaba como una esplendorosa joya la ansiada medianoche. Llegué al café Iris a las doce en punto, trayendo escondido en el pecho el títere de Nicanor Parra. Regalo para Stella... pero mi amada aún no había llegado. Pedí una cerveza. A las doce y media pedí otra. A la una, otra; a la una y media, otra; a las dos, otra y otra a las dos y media. Ebrio y triste la vi entrar, ufana, acompañada por un hombre más bajo que ella, con cara de boxeador y expresión socarrona común a esos rotos descendientes de soldado español e india violada.
Lanzándome una mirada desafiante se sentó con, supuse, su amante, frente a mí. Ella y él satisfechos, sonreían. Me puse furioso. Metí mi mano bajo el chaleco, extraje el muñeco y lo lancé en la mesa. -¡Que este Nicanor Parra sea tu maestro! Merecerías andar con un poeta de esa dimensión y no envilecerte con piojentos como el que ahora te acompaña. Si lees su genial poema La Víbora encontrarás tu retrato. Adiós para siempre-. Y dando tropezones, enredándome en las patas de las sillas, busqué la salida. Stella corrió detrás de mí y me devolvió a la mesa. Creí que el boxeador insultado iba a darme puñetazos, pero no. Con una sonrisa me tendió la mano y me dijo: Te agradezco lo que has dicho. Soy Nicanor Parra y la mujer que me inspiró a escribir el poema “La Víbora”, es Stella. “Frente a esa extravagante y hermosa mujer me quedé mudo”.
Alejandro Jodorowsky, en “La danza de la realidad”
Imagen: Stella Díaz Varín
No hay comentarios:
Publicar un comentario