Más que preocuparte por el “¿qué dirán?”, preocúpate por el “¿qué diré yo de mí mism@?”
— Alejandro Jodorowsky
Este miedo ha sido de los más comunes en una sociedad, en la que seguir las normas impuestas era una obligación.
Nuestra sociedad ha sido durante muchos años fruto de la opinión de unos pocos que imponían las normas y las modas, las cuales eran seguidas por el resto de la población. En toda sociedad se va evolucionando y lo que hoy parece una aberración, mañana se convierte en algo valorado y moderno.
Todos hemos sido participes de estos cambios, que, por otro lado son necesarios para la evolución.
El problema aparece cuando alguien decide saltarse las norma estipuladas de antemano y cambia la forma de hacer las cosas, por supuesto estará en el punto de mira de su círculo social y será criticado y recriminado por su actitud poco apropiada.
El círculo social y familiar en el que crecemos es el que nos va a dar las pautas a seguir y no son las mismas para todos, cada familia tendrá unos límites entre lo que se puede hacer y lo que no. Unos padres muy rígidos y muy exigentes, llenos de normas y de prejuicios, inculcarán a sus hijos la necesidad de hacer las cosas “como deben hacerse” sin pararse a valorar si esa forma está dentro de lo que ellos quieren hacer, se sigue la norma y punto.
Siempre es más fácil cambiar de opinión y ceder, o dar la razón a una cuestión que nos desagrada, que enfrentarse a la desaprobación y el rechazo.
El problema de este miedo a parte de la frustración que se provoca en la persona cada vez que no realiza una actividad placentera por culpa de otros, es la falta de personalidad que ocasiona . La persona con miedo al que dirán hace por adaptarse a cada situación sin tener en cuenta si desea hacerlo o no. Se convierte en una víctima, hace cosas que no quiere hacer con tal de agradar, cae bien a todo el mundo, todos piensan en lo agradable que es y en lo bien que se porta con ellos, lo que realmente está haciendo es adaptarse a cada situación para siempre estar bien y no crear polémica, preferirá callar y dar la razón antes que dar su opinión y generar conflicto.
Debajo de este tipo de personas existe una baja autoestima y una falta de confianza en sus opiniones, probablemente fomentada por una educación rígida llena de normas en la que no se podía decidir por uno mismo y donde todas las acciones eran valoradas en base a la opinión de los progenitores, conseguir la aprobación de la otra persona dándole la razón.
Una persona que ha aprendido a que sus opiniones nunca se tienen en cuenta y a que la de su padre o madre siempre es la correcta, en su vida adulta tendrá dificultades a la hora de decidir o de imponer su propio criterio ante la solución a un problema o ante una discusión, preferirá conseguir la aprobación de la otra persona dándole la razón antes que discutir y que pueda ser criticada.
Lo primero que deberemos hacer para conseguir superar el problema será concienciarnos de que nuestras opiniones son tan válidas como las de los demás. Como opiniones, no son buenas ni malas, cada uno tiene la suya y no por eso es mejor o peor que la del otro. Por supuesto, cada uno creemos que la nuestra siempre es la adecuada, ¿por qué no empiezas a creerlo tu también?
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Imagen: Laugh by Poisonblo
Montaje de Imagen: Manny Jaef
@alejodorowsky en Twitter
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A Propósito Del “Qué Dirán”...
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