No es casual la constante alusión al fuego y la mítica ave en la poética jodorowskiana, dado que ambos elementos son clave en el imaginario de la alquimia: “por más que sepultado en las tinieblas de la mente / percibo un ave de luz en sus repliegues profundos” (No basta decir 18); “¿Saltar de parte en parte sin alcanzarel todo? [...] Todo está oculto bajo las quimeras / debo forzar la puerta, que mi mente se abra / como una flor de fuego” (53). Para el poeta dicho fuego erige a la poesía en “resplandor de la verdad”, empleando una imagen de vislumbres platónicos que recuerda el mito de la caverna (La República 405). Se vislumbra el carácter sagrado y ritual del verso, entendido y extendido como puente entre lo humano y lo divino, entre lo aparente y lo hermético que espera su hierofanía. La cuestión de lo espiritual en el arte —según lo refirió Kandinsky en su obra homónima (1912)— quedó reformulada por Bataille en unas conferencias sobre la (así mencionada) religión surrealista (1947-1948). Jodorowsky integra el legado de sus antecesores y lo reformula desde un espíritu propio cuando plantea una poesía —tanto escrita como en acción— capaz de religar a la persona con su Dios interior, consigo misma. ¿Es necesaria esta dimensión trascendente de la literatura en el mundo actual? Y sobre todo, ¿tiene sentido, o se trata de una mera ensoñación romántica? Pensemos: el hombre contemporáneo es un ser eminentemente fracturado. Desde el “Je est autre” de Rimbaud, pasando por dos Guerras Mundiales, la modernidad ha supuesto una dramática pérdida de los valores morales, espirituales y filosóficos tradicionales. El ser humano parece haber perdido su identidad, su patria y sus raíces; el mundo se desangra a herida abierta, los pilares del pensamiento y la cultura se han derrumbado como un castillo de naipes, golpeados por el existencialismo y el nihilismo. En medio del caos, el verso se extiende como un frágil hilo que a duras penas logra coser ese cuerpo desgajado y doliente. Desde las vanguardias, los movimientos artísticos y literarios se han sucedido pugnando por encontrar una voz en la que resuene un eco de verdad, un recuerdo de la inocencia primigenia, un aliento renovador que diga al hombre moderno “levántate y anda” (La Biblia, Mc. 5, 41-42). ¿De qué manera puede la poesía tocar, acariciar y curar las heridas, la tristeza, las enfermedades de las personas? Jodorowsky opina que la magia se despliega cuando el arte está destinado a sanar. La sabiduría gnóstica y la alquimia plantean una transformación total del ser y de la sociedad, sanando y unificando el cuerpo, el espíritu y las emociones. Jodorowsky lo traduce por el cultivo de la Psicomagia. En ella la metáfora poética se vuelca en actos concretos destinados a sanar dolencias, lastres y “nudos” emocionales y psicológicos de la persona. El cuerpo se convierte en hoja en blanco, las palabras poéticas se traducen en acciones que buscan la belleza. La poesía se encarna, se hace cuerpo y sangre, se da una transustanciación sagrada: una reformulación artística de la expresión cristiana “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (La Biblia, Jn. 1, 14). La poesía se hace carne en la persona, y actúa, y deja aflorar su brillo, el oro alquímico, el dios interior oculto:
En busca del plomo que se eleva
grita pan en la boca del famélico
entierra su conciencia en la penumbra
duerme en las salidas de socorro
abre su corazón en boca que bendice
entrega el cuerpo a la caricia del fuego
sopla como espuma el parecer de las cosas
Si el aroma de los astros se convierte
en un solo recuerdo nauseabundo
en su hocico de bestia se condensan
palabras que no buscan puerto
no quieren nada suenan ruedan
danzan vacan un abismo en círculo
logran desintegrar la piedra
que durante siglos ha tapado al pozo
(Alejandro Jodorowsky, Pasos en el vacío 51).
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María Teresa Sánchez Carmona. “El poder de la palabra: poesía y alquimia en Alejandro Jodorowsky”.
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Somos un montón de trajes sobre nada. ¡Qué importa que todo se disuelva! ¡Ladremos como ángeles!
— Alejandro Jodorowsky
※
Al comienzo, ahí donde nada aún se creaba, esa voluntad intangible anhelando ser materia, si todo estaba en ella también estabas tú.
— Alejandro Jodorowsky
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Cada hormiga carga en su nuca la totalidad del universo. El peso de una pluma puede aplastar al mundo. Sacúdete las dudas metafísicas.
— Alejandro Jodorowsky
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Que la piedra del yo estancado se disuelva en el torrente universal. Ningún resplandor puede aniquilar al lucero que reina en tus entrañas.
— Alejandro Jodorowsky
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Montaje de Imagen: Manny Jaef
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