domingo, 18 de octubre de 2015

Paradojas Y Doble Vínculo En Psicoterapia (Tercera Parte)


Prescripción del síntoma

La prescripción del síntoma es sólo una de las técnicas llamadas dobles vínculos terapéuticos. La prescripción del síntoma, en contraste con la prescripción de un comportamiento que “lógicamente” es la solución al síntoma del paciente, consiste en sugerir al paciente que se comporte como ya lo está haciendo, es decir, “darle más de lo mismo” o utilizar la idea de que “lo semejante cura lo semejante”. Al realizar “espontáneamente” la conducta que desea suprimir, el paciente recupera el control sobre su síntoma, control que había perdido al sentir que no podía evitar actuar como lo hacía. La espontaneidad de su síntoma (aspecto autónomo e involuntario) se pierde al proponerse hacer lo que “no podía evitar hacer”. Si se le pide a alguien que se comporte de una determinada manera que él considera espontánea, entonces ya no puede ser espontánea, porque la exigencia hace imposible toda espontaneidad (Watzlavick 1997).

Víctor Frankl comenta acerca de la importancia de tratar los síntomas con la técnica de la prescripción del síntoma, que él llama intención paradójica: “Cualquier síntoma en sí fugaz e inofensivo, le provoca a la persona el temor de que se vuelva a repetir; este temor refuerza el síntoma y el síntoma, reforzado de esta manera, aumenta finalmente el temor del paciente” (1978: 127).

La intención paradójica consiste en que el paciente, a sugerencia del terapeuta, desde ahora desee y se proponga hacer lo que teme:

Una persona que teme sudar podría desear y proponerse mostrar a la gente su capacidad sudorípara: “Hasta ahora sólo he sudado 1 litro, ¡pero voy a sudar 10! ¡Demuestra a tus compañeros lo que es sudar! Pero hazlo bien, lo de hasta ahora no ha sido nada”.
A una persona que sufre de un tic en un ojo se le recomienda que la próxima vez que tenga que hablar con alguien guiñe el ojo lo más que pueda para demostrar a su interlocutor lo bien que es capaz de hacerlo.
A una persona que se pone nerviosa al hablar ante el público se le recomienda que se proponga que sus músculos tiemblen tanto como nunca lo han hecho, que bata el récord absoluto.
A una persona que no puede conciliar el sueño (sufre de insomnio) se le propone que intente con ahínco estar toda la noche sin dormir.
En el caso de la impotencia masculina, el hombre hace un gran esfuerzo por demostrar su potencia hasta el punto de provocar una perturbación de la misma. El hombre en esta situación vive el coito como algo que se le exige, es decir, que tiene un carácter obligatorio. La presión puede venir de él mismo, de su compañera, de la sociedad. A este paciente se le induce a “no proponerse el acto sexual de forma programática, sino dejarse mover por las caricias del preludio sexual”. Se le explica a su compañera que se le ha prohibido por el momento el coito. La prohibición del coito disminuye la hiperintención (esfuerzo por lograr algo).
En otra situación de impotencia masculina se le indica a la pareja que, durante una semana, se acuesten juntos y desnudos, y que hagan todo lo que les venga en gana. Lo único que bajo ninguna circunstancia pueden hacer es llegar al coito (Frankl, 1988: 64).

Prescripciones paradójicas

Como ya mencioné al principio de este trabajo, no sólo los terapeutas utilizan las prescripciones paradójicas, también los chamanes utilizan la paradoja en las recetas que prescriben a sus consultantes. Un ejemplo de esto es la anécdota que relata Alejandro Jodorowsky en su libro Psicomagia (1995: 100-102) acerca de la bruja mexicana Pachita, quien de acuerdo con el autor practicaba lo que él llamaría actos psicomágicos:

...un día recibió a un hombre que estaba al borde del suicidio porque no soportaba la idea de quedarse calvo a los treinta años. Había probado todos los tratamientos posibles, sin éxito, y no admitía verse calvo... [Pachita] le dio estas instrucciones: “Procúrate un kilo de excrementos de rata, orina encima y mézclalo bien hasta obtener una pasta que te aplicarás a la cabeza. Este remedio te hará crecer el pelo”. El hombre protestó débilmente, pero Pachita insistió, diciendo que, si quería evitar la calvicie, no había más remedio. El decidió entonces someterse a este incongruente tratamiento. Tres meses después volvió a ver a la vieja y le dijo: “Es muy difícil encontrar excrementos de rata, pero al fin localicé un laboratorio en el que criaban ratas blancas. Convencí a un laborante para que me guardara los excrementos. Cuando reuní el kilo, oriné encima, hice la pasta y entonces me di cuenta de que me daba lo mismo no tener pelo. Por lo tanto, no apliqué el ungüento y decidí contentarme con mi suerte”.

Jodorowsky comenta que la bruja le pidió al hombre un precio que él no estaba dispuesto a pagar. Cuando se encontró abocado a la acción, comprendió que podía perfectamente aceptar su destino, descubrió que prefería seguir siendo calvo a realizar un acto tan desagradable y difícil. Sin embargo, esta prescripción absurda a primera vista le dio al hombre la oportunidad de madurar y aceptarse tal como es. No obstante, siempre surge la duda acerca de lo que habría sucedido si el hombre hubiera llevado a cabo el acto hasta el final: quizás su convicción y la fuerte autosugestión lo habrían llevado a desarrollar cabello, convencido de que el tratamiento era eficaz; la mente es muy poderosa. Por otra parte, imaginemos que el hombre hubiera llevado a cabo la prescripción completa y que no hubiera obtenido el resultado deseado; en este caso, habría podido decir: “Ya he hecho todo, incluso algo tan aberrante como lo que se me prescribió y ni así me sale el pelo, ¡ya no hay más que hacer!” y quizás habría aceptado su destino como algo verdaderamente inevitable.

Encontramos en el relato anterior un ejemplo de la utilización de la prescripción paradójica en la que, independientemente de lo que el paciente haga, obtiene un beneficio. En esta situación, cualquier camino que el hombre decida tomar lo lleva al éxito en el sentido terapéutico: la autoaceptación o la aceptación de lo inevitable, tan difícil de lograr.

Jodorowsky también menciona una prescripción (un acto psicomágico) que le dio a un hombre casado, con dos hijos, y que amaba a su mujer. El hombre lo consultó porque padecía de eyaculación precoz:

Le pregunto cuánto dura su acto sexual. “Apenas veinte segundos”, me responde. Le aconsejo que esa noche haga el amor con su esposa poniendo junto al lecho un cronómetro y que le prometa que va a eyacular más rápido que nunca, es decir, en exactamente diez segundos. Así trata de hacerlo. Regresa feliz a verme, diciéndome con una gran sonrisa: “Fracasé. Por más que traté no pude. Duré media hora”.

Continuará...

Fuente: Espacio Gestalt (Espacio personal de Víctor Jiménez: Psicoterapeuta Gestalt)   

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