Marianne Costa: ‹‹¿Podéis considerar, abiertamente y sin tapujos, que Dios, esa figura enigmática y misteriosa, haya dado su puesto de creador de la vida a la mujer? ¿Que haya entregado su propio puesto de creador a la mujer y no al hombre? Claramente, y nadie puede discutirlo, la mujer puede crear a un niño en su vientre. El hombre puede dar su esperma, pero es incapaz de crear una criatura en su vientre. Dios ha dado a la mujer la capacidad de crear vida. Por eso, la mujer es un lugar divino en ella misma. Y el hombre ha hecho de este lugar divino un subordinado, alguien a su servicio. En lugar de decir: «Tengo una esposa, tengo una ama de casa o una amante...», podría decir: «Tengo permanentemente ante mí aquello que llamo “lo divino”». Evidentemente, el hombre prefiere lo divino que ha confinado a las iglesias y que adora en la misa. Es allí donde el hombre niega la divinidad de la mujer y donde la mujer se deja negar. El mayor error de la mujer es haber permitido hacer eso. Quizás ella no podía decirle al hombre: «¡Imbécil, no mires al cielo, mira delante tuyo! ¡Delante de tus ojos tienes lo divino! ¡Soy yo!» Pero si admito que lo divino es la mujer, ya no puedo seguir siendo superior a ella. Esta es la problemática del hombre. Es terrible››.
Texto traducido por Montserrat Tubau
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