El poeta chino Li Po, conocido como el poeta inmortal, considerado como uno de los dos más grandes de la literatura china, también pasará a la historia por su intensa relación de amor con el alcohol. Muchos de sus grandes poemas fueron escritos mientras se encontraba bajo los efectos del licor.
En una de las noches que se encontraba borracho, decidió salir con su pequeño bote al río Yangt-ze, y se ahogó en él al intentar abrazar el reflejo de la luna en el agua.
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El poeta chino Li Po escribió un hermoso poema de amor:
«Pájaros levantan el vuelo, desaparecen.
Una solitaria nube, ociosa, se disipa.
Por contemplarse sin cesar el uno al otro,
sólo la montaña reverente permanece».
“Los pájaros levantan el vuelo, desaparecen”. Encontrar al ser que nos corresponde equivale a ponerse a meditar frente a un universo imponente.
Nuestras palabras se disuelven. Se acaba el delirio intelectual. Emocionados, no tenemos nada que decir. Nada que comprender. Sólo nos resta contemplar.
“Una solitaria nube, ociosa, se disipa”. Cuando hemos calmado el intelecto –la antigua definición de nosotros mismos, la amalgama desequilibrada de nuestros egos–, el Yo personal que defendíamos con uñas y dientes pierde significado, definición, se esfuma como un fantasma inútil. El otro aparece con un sublime resplandor.
“Por contemplarse sin cesar el uno al otro...” La persona que ha abierto las puertas selladas de nuestro corazón, al igual que nosotros, ha visto emprender el vuelo de sus palabras y disolverse la vieja imagen de sí misma. Estamos fascinados, frente a frente, como para siempre...
“...sólo la montaña reverente permanece”. Nos decimos mutuamente: “Sólo existes tú. No hay sitio para mí”. Somos el otro y el otro es nosotros. No hay ninguna separación entre nosotros y el mundo. Nos identificamos con la montaña, que, por muy sólida que sea, reverencia al cielo: vacuidad donde se han disuelto los pájaros y las nubes...
Alejandro Jodorowsky
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