La lista de sus “oficios” es casi tan extensa como su vida: escritor, filósofo, poeta, guionista de cómics, dramaturgo, director de cine, ensayista, psicomago, terapeuta, experto en tarot y, por encima de todo, “sanador”.
A pesar de que su “sistema” de “psicomagia” está articulado y de que no cesa en su difusión en todos los soportes imaginables, de artículos a películas, pasando por las redes sociales, rechaza de plano que se pueda hablar de “jodorowskismo”.
“El mundo es muy tremendo. Nadie está contento con lo que está pasando, pero no podemos quedar inmóviles. Si no podemos comenzar a cambiar las cosas... se va a destruir”, explica sobre “los males” que pretende “curar”.
Está, “claro”, “contento” con su vida pero eso no significa, advierte, “estar feliz”: “la felicidad es una forma de vida y hay que aprender a estar feliz”.
¿El truco?. “Todo consiste en una toma de conciencia, saber lo que piensas, lo que tú necesitas, lo que tú precisas. Llegar a ser lo que tú eres y no lo que tú deseas ser”.
Y ahí, apunta, es “donde viene” la importancia del dolor. “Uno vive como si fuera inmortal, en su yo, sobre todo si es artista, político o cura”.
El universo, añade, se expande “y el que no se expande, se petrifica. Puedes comenzar a cambiar y luego empezar a ayudar al mundo para enriquecerle, dándole algo, sembrando, mejorando. El mundo es tu mundo y no digo que puedas transformarlo pero sí que puedes empezar a hacerlo”, alienta.
Concha Barrigós
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