Castaneda tenía aspecto de camarero, aspecto de hombre del pueblo, no era grueso, pero sí fornido, con el pelo crespo y la nariz un poco achatada: un mexicano de las clases populares. Pero, en cuanto abrió la boca, se transformó en príncipe; detrás de cada palabra suya se percibía una gran cultura.
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Extractos de una entrevista de 2001, realizada por C. Latassa
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