Evolucionamos sobre un planeta que participa en una danza cósmica donde todo va surgiendo, desapareciendo, transformándose. ¿Cómo entonces definirse? Para encontrar la raíz del «uno mismo», un Yo permanente en la impermanencia, debemos situarlo más allá de la materia universal para identificarnos con su centro creador, sabiendo que hemos nacido para participar activamente en la evolución del cosmos. El «yo» individual y el «nosotros» cósmico no pueden sino unirse en la Conciencia. Ideal que de forma simbólica se planteó la Alquimia, poniéndose como tarea espiritualizar la materia al mismo tiempo que materializar el espíritu. Traducido a un lenguaje psicológico, esto se transforma en: el Ego (el «yo») debe integrarse en el Inconsciente al mismo tiempo que el Inconsciente debe hacerlo en el Ego. Nuestra individualidad, establecida por la familia, la sociedad y la cultura, se emparenta con la materia bruta, la nigredo, la podredumbre o plomo que la Alquimia transforma en oro, en Ser esencial, en Conciencia.
En “Metagenealogía”, Alejandro Jodorowsky y Marianne Costa (ed. Siruela)
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Tú formas parte de todo esto; eres una gota fundida en las aguas de un océano infinito. Eres un PASO DE BAILE en una eterna y armoniosa danza cósmica cuyo objetivo es danzar, danzar y danzar por los siglos de los siglos. El Universo es un juego divino donde experimenta la conciencia. La vida es un tránsito. No es que el mundo sea un teatro, aunque sí que lo es dentro de una realidad, la verdadera distorsión está en nuestra percepción, y de esta forma el alma re-vestida de un traje muy apretado, entra en el mundo, mira y sale.
La buscadora que tienes dentro siempre está buscando la verdad, consciente de que esa búsqueda no tiene fin.
Autor: José Carlos López Garrido
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