Para curar a un pequeño mentiroso, habría antes que curar a sus padres (un muy alto porcentaje de matrimonios es un lento infierno), a su sociedad, a su cultura, a la historia humana, construida a base de estafas, crímenes, injusticias y fanatismos... ¿Qué podemos hacer entonces? Podemos comenzar por nosotros mismos, detectando claramente cuáles son nuestras mentiras, de qué manera chantajeamos a los otros, cómo nos vendemos, que personajes actuamos, de quienes nos aprovechamos... Y luego, el momento más importante, hacernos conscientes de cómo nos hemos mentido a nosotros mismos... Para sanarse hay que querer sanarse. Querer con la misma intensidad que una persona muriendo de sed clama por un sorbo de agua. Si logramos cesar de mentirnos a nosotros mismos, es decir comenzando a vivir como lo que somos y no como la familia, la sociedad y la cultura quiere que seamos, podemos entonces tratar de curar al pequeño mentiroso. Para lograr esto es esencial darle una meta futura, no como individuo sino como humanidad. Convencerlo que la raza humana no se ha formado por azar sino por un designio divino (explicándole que dios no es un viejo con barbas y falo gigante, ni una gigantesca gorda con mil senos, sino una impensable energía de amor). Explicarle que el destino del hombre es vivir tantos años como vive el universo, conocer todo el universo y por fin convertirse en la Conciencia del universo. Hacerle comprender muy bien, que si se miente a si mismo se encarcela en su ego, privándose de crearse un alma que lo volverá inmortal. Si el pequeño mentiroso, con una mente de mico, se burla de estos conceptos, hay que dejarlo que se sumerja en la realidad cotidiana y viva entre los millares de millones de otros mentirosos, sintiéndose un ciudadano normal.
Texto tomado de: Plano Sin Fin
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Montaje de Imagen: Manny Jaef
@alejodorowsky en Twitter
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