Pero cuando las personas no son sanas o falta el amor, la relación conyugal se puede convertir en un infierno. Es un campo de batalla. Constituye una lucha sin tregua por el poder y la dominación. A veces, este deseo de dominación no se sacia si no es con la anulación del otro. Y se expresa en forma de violencia en distintos ámbitos:
● Yo sé y tú no sabes, por eso tengo que decirte lo que tienes que hacer, que pensar, sentir.
● Yo valgo y no vales, eres un/a inútil; no haces nada bien; tienes que vestirte como yo te digo, comprarte la ropa que yo te diga, asearte como yo te mande...
● Yo tengo razón y tú no la tienes: yo no me equivoco; yo pienso las cosas bien; tú, en cambio, metes la pata constantemente: Tomas decisiones equivocadas; me complicas la vida.
● Yo te amo y tú no me amas; si no piensas como yo, no me amas; si no quieres lo que yo quiero, no sabes querer; si no haces lo que yo quiero es que no me quieres...
● Yo se cuál es tu bien, y tú no sabes lo que te conviene: tengo que educarte y protegerte, porque tú no sabes lo que te conviene.
Y esta actitud se repite en el hogar, en el coche, en la cama, con los amigos, ante los hijos... No es extraño que el final de esa violencia sea la destrucción, moral e incluso física; silenciosa o abierta. El bálsamo del cariño se puede convertir en veneno de la destrucción. Lo que da sentido a muchas vidas, puede pervertirse y destruirlas. ¡Qué terrible posibilidad!
Fuente: Ciudad Redonda
“La única pareja posible no es la simbiosis de dos egos infantiles sino la colaboración de dos conciencias libres”.
— Alejandro Jodorowsky
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Imagen: Marriage by Jarek Sysak
Montaje de Imagen: Manny Jaef
@alejodorowsky en Twitter
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