En la modernidad nos encontramos con un fenómeno inédito: la instrumentalización económica del capricho del niño. Ese “capricho” es la gasolina del gran coche del consumo y, por tanto, a la economía le interesa que el niño no tenga espíritu crítico porque, de esta forma, no se podrá resistir al acto de comprar. Seducir y atraer la atención son la anestesia de la libertad. Pues se trata de una libertad de impulsos no de deseos. No olvidemos que el tiempo es aliado del deseo pero es contrario al impulso. Además, el consumo tiene a favor suyo la fase egocéntrica del niño, en la que se siente un ser todopoderoso que no comprende que sus deseos deban esperar.
Frente a todo esto la pedagogía es el instrumento necesario para pasar del capricho a la libertad. El problema es que padres y maestros tienen muchos factores en contra, pues la sociedad transmite el mensaje de haz lo que quieras y hazlo inmediatamente.
Texto: Philippe Meirieu
Ilustración: Phoebe Wahl
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