Buscando las causas de esta desagradable sensación, encontré que la mayoría de aquellos que así sentían eran hijos de madres que habían sido engañadas por hombres, o maltratadas al mismo tiempo que les engendraron niños por los que debieron sacrificar su vida. Pueden haber padecido múltiples abortos, partos dolorosos, ser abandonadas, el hecho es que el esperma masculino se les convierte en un peligro odioso. El hijo, al escuchar este sentir maternal, crece detestando su semen.
Ningún arquetipo es más poderoso que el de la madre. Así como es grande el amor que nos despierta, así es grande el terror que nos puede inspirar. Para nuestro niño interior ella es todopoderosa. Sin embargo, hay un único arquetipo que tiene más poder que la madre: es la Virgen María (o sus derivados, como las diferentes santas). Aunque no seamos creyentes, nuestro inconsciente otorga un poder mágico a las santas.
El consultante debe adquirir una vela en una iglesia, disolver su cera (que guardara en otro recipiente), masturbarse acompañado de una fotografía de su madre, verter su semen en el vaso de la vela y volcar la cera derretida sobre la materia vital, conservando la mecha. Luego, una vez que la cera se haya enfriado, llevará esta vela a un templo, la colocará a los pies de una estatua o pintura de la Virgen y la dejará encendida para que se consuma.
Después de este acto, su inconsciente aceptará que su esperma ha sido limpiado de toda maldición materna, purificado y bendecido.
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Alejandro Jodorowsky en “Manual de Psicomagia”.
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