viernes, 4 de septiembre de 2015

Una Mirada Simbólica A Los Tatuajes


Si ya desnudos, tal como vinimos al mundo, la forma de nuestro cuerpo, los lugares en donde se nos acumula la grasa, donde nos crece, no nos crece o se nos cae el pelo, el tamaño y la forma de algunos miembros, la rectitud de la columna, la forma en que caminamos, etc., etc., ya es todo eso es un cúmulo de información de lo que somos y lo que quiso que fuéramos nuestro árbol genealógico, otro arsenal de datos lo obtenemos de la vestimenta que utilizamos, los complementos que nos gustan tanto o que no soportamos, los piercing... y, como no los tatuajes.

Un poco de perspectiva histórica:

• En la antigüedad el tatuaje indicaba la posición tenía esa persona en la sociedad. A más linaje, más importantes eran y hasta llegaban a describir ancestros, lugar de origen, batallas peleadas, etc..

• Sobre 1700, los marinos los copiaron al grabar el nombre de su barco, una manera de saber a que nave pertenecía un cuerpo flotando en el mar. Luego se hicieron dibujos de lugares donde habían estado y afectos que habían dejado (el nombre de su amada, la bandera de su patria, alguna misión que habían adoptado, etc.).

• En las décadas de 1950/60 se le agregó el uso de disimular (maquillar) las cicatrices (escarches) de las personas que se inyectaban sustancias psicoactivas.

Hoy día y por lo general, un tatuaje no marca el linaje, si sirve siempre para disimular una cicatriz. La decisión de imprimirnos en la piel un determinado dibujo o un determinado escrito, además de una motivación estética, a veces puede obedecer a intenciones que escapan de nuestra voluntad consciente:

• Expresar en un mensaje tatuado “lo no dicho”, por nosotros o por nuestro árbol.

• Resaltar una zona de nuestro cuerpo que no ha sido vista por nuestros padres.

• Transmitir un mensaje de “soy capaz de romper el límite que impone las normas de la familia”, cuando estas normas son vividas como abusos. El tatuaje es mi trofeo.

• Distinguirnos de nuestros hermanos, cuando no hemos sido tenidos en cuenta en nuestra individualidad.

• Asemejarnos a otro “clan”, el de un sector de la sociedad que se tatúa, porque de alguna manera nos sentimos, o somos, excluidos de nuestro propio “clan”, la familia.

• Un símbolo de posesión. Si tatúo el nombre de alguien, la poseo. Quizás porque en realidad, tiene miedo de perderla o ya la ha perdido.

• Por último, sería muy rico leer el simbolismo de lo tatuado. Casi por norma general, el elemento tatuado actúa bajo la regla de la compensación: me tatúo lo que me falta.

Texto: Plano sin fin
Ilustración: Sara Fratini 

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