martes, 17 de marzo de 2015

¿Tienes Ganas De Ayudar?

Para estar en condiciones de ayudar a una persona, no hay que esperar nada de ella y se tiene que entrar en todos los aspectos de su intimidad sin sentirse uno involucrado ni desestabilizado.
Hay que ser capaz de tocar el cuerpo del otro, de entrar en contacto con su espíritu, sin que esta proximidad despierte en nosotros problemas aún no resueltos. (...) Lo importante es situarse en un estado interior que excluya toda tentación de aprovecharse del otro, de abusar del poder que uno tiene sobre él... (...) desde el momento en que interfiere la voluntad personal, el deseo o los temores, la relación de ayuda pierde su justificación y se convierte en una mascarada.
Lo importante es aceptarse uno mismo. Si mi condición actual me produce malestar, es señal de que la rechazo. Entonces, más o menos conscientemente, trato de ser distinto del que soy; en definitiva no soy yo. Si por el contrario acepto plenamente mi estado de este momento, estoy en paz. No me lamento por creer que debería ser más santo, más bello, más puro de lo que soy aquí y ahora. Cuando soy blanco, soy blanco; cuando soy oscuro, soy oscuro, y punto. Ello no impide que trabaje en mí, que trate de ser un instrumento mejor; esta aceptación de uno mismo no limita las aspiraciones sino que las sustenta. Porque sólo se puede avanzar a partir de lo que se es realmente.

“Yo no busco, yo encuentro”. Picasso.

Sólo hay una curación global: encontrar a Dios. No hay otra. Sólo el descubrimiento de nuestro Dios interior puede curarnos para siempre. Lo demás es andarse por las ramas. Una terapia no puede ser sino parcial.
La imaginación activa es la clave de una visión amplia, permite enfocar la vida desde puntos de vista que no son los nuestros, pensar y sentir a partir de diferentes ángulos. Ésa es la verdadera libertad: ser capaz de salir de uno mismo, atravesar los límites de nuestro pequeño mundo individual para abrirse al universo.
El conocimiento hay que manifestarlo sólo cuando se nos pide, y si no hay que callar. Una cosa es dar y otra obligar a recibir a los demás...
La felicidad no consiste en tener cosas sino en sentir la alegría de vivir, en recuperarla. Se puede perder en el vientre de la madre, porque podemos ser fetos neuróticos cuando la madre nos quiere eliminar. En estos casos, recuperar la felicidad de la vida resulta algo magnífico que permite nuestra unión con el universo en su totalidad, con el tiempo y con el espacio, con la conciencia en su totalidad. Es un estado de trance eufórico constante dentro de este cuerpo, posible porque somos un pequeño cofre que contiene una inmensidad que, a su vez, está en la más pequeña de nuestras células.
Tenemos que ser muy conscientes de que debajo de cada enfermedad hay una prohibición. Una prohibición que viene de una superstición.
En realidad, el enfermo pide la curación para que se le vaya el dolor, no la enfermedad. Está pidiendo una aspirina metafísica. Quiere que desaparezca el síntoma, pero se resiste a querer ver la esencia que produce esa enfermedad. No la quiere ver porque perder la identidad es lo que más tememos.

¿Qué características tiene que tener un hombre para curar a otro?

No se cura a otro, se ayuda a otro a curarse. El que quiere curar a otro es un vanidoso. Ni siquiera el otro se cura. Dios lo cura. Yo creo que el motor de todo esto es la bondad. Cuando una persona desarrolla en sí el sentimiento de bondad, advierte los sentimientos del otro y hace lo que puede para sacarlo del mal. Hay que ponerse en el lugar del otro y hacer lo posible para que el otro descubra cómo curarse. Para eso es necesario que el otro ascienda de nivel de conciencia y desplace su visión de las cosas. Todos nosotros percibimos la vida desde un punto de vista, más o menos variable, a una cierta altura. Cuando cambiamos ese punto de vista nuestra vida cambia.

¿El terapeuta debe dejar la moral de lado para curar?

Debe ser amoral, pero no inmoral. La inmoralidad revela una enfermedad. Ser amoral para el terapeuta significa no juzgar. (...) Tiene que dejar de lado los prejuicios, y más aún un terapeuta psicológico.

Un cierto desinterés personal y distancia, ¿son imprescindibles para curar?

Habría que precisar qué entendemos por “desinterés”. Está bien no querer nada de la persona, pero eso significa también cierto cinismo e indiferencia. El terapeuta tiene interés en curar a la persona, y precisamente ese interés hace que sea desinteresado. Hablo de los terapeutas que no buscan ganar dinero ni timar a la gente, como hacen ciertos adivinos. Hay otro tipo de interés, que se manifiesta cuando el psicoterapeuta tiene complejo frente al consultante y quiere convertirse en un soporte para los enfermos, reforzar su ego o explotar su interés narcisista. Otras veces se dan intereses políticos o sociales. Conocí a una psicoanalista que destruía sistemáticamente las parejas que se le acercaban porque odiaba al hombre. También está el interés de ser amado. O el más simple: intentar hacerse amigo del paciente, pero esto hay que dejarlo de lado para poder curar.

Hay que perder los resentimientos: es el gran trabajo de resolver la rabia y los rencores. Estamos llenos de rencores y frustraciones por amor no obtenido. La enfermedad es falta de amor.

¿Y contra la falta de amor?
La creatividad.

Alejandro Jodorowsky


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Imagen: Steve Adams
Montaje de Imagen: Manny Jaef 
@alejodorowsky en Twitter

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