La Justicia nos invita a sustituir la perfección, mediante la astucia sagrada, por la noción de excelencia que permite a la acción el ser dinámica y perfectible.
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Adaptado de “La vía del Tarot”, Alejandro Jodorowsky y Marianne Costa.
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Estructura de huesos con médula de canto, felicidad central que circula por mi sangre, desde el insondable centro sube la energía doble, candente niebla que lame la columna que me forma mientras baja de la bóveda celeste el rocío consciente, germen del milagro que se nombra vida, moneda de oro que relumbra en el vientre de la piedra, templo de carne navegando entre témpano y abrazo, entre escalpelo y parto, entre alba y aflicción. Mi verdad es ilusoria al mismo tiempo que real, es superflua y es profunda, es línea recta y laberinto, es espada y es balanza, bloque de granito y huracán. Regreso al redil el ojo descarriado, el magma a la cordura, el aluvión al ascensor. Sin suprimir ni agregar, montaña entre fronteras que se hacen laberintos, tramo el espejismo de la imposible perfección. El halcón y la paloma, el manantial y el arcano, el sapo oscuro y la luna en lleno, la víctima sin apego y el verdugo que la hiere merecen por igual mi compasión. La ley que dicto la respeto yo primero, la impongo a los otros después. Mi mayor castigo es expulsarte del presente, mi mayor premio es que seas sólo tú.
Más allá de la locura de los juicios, de la marítima invasión de los deseos, de la glotonería verbosa del sentir, te enseño a darte aquello que mereces, cortar en ti lo que es habitual, expulsar de tu substancia los jueces implacables, no ahondar buscando culpas sino causas, pretender curar sin castigar. Te amarás a ti mismo porque eres grande, porque la belleza es tu esencia, porque humilde sostienes el equilibrio total: los astros sólo giran para que tú existas. Te darás las palabras que mereces, la ternura que mereces, el talento que mereces, no irás por los senderos que los otros. Con castos pasos en el bosque oscuro engendrarás tu propio camino. Capaz de desprenderte del pasado avanzarás naciendo, sin torturarte, sin sentirte culpable para siempre. Deseando la existencia de los otros llegarás a ser, expulsando los alacranes del dolor podrás amar sin límites, sublimando el desespero de la impermanencia lograrás crear, sumergiendo el alma en tu milenaria carne sabrás por fin vivir.
Osarás desprenderte de las ideas que fueron escalones para tu elevación, te concebirás al margen de los espejos y del doble. Recibirás y ofrecerás la gran obra sin que tercie tu retrato, tan sólo trabajarás en aquello que te cambie. Te pondrán vendas en los ojos, adornarán tu cuello con un nudo corredizo, en tu interior actor y espectador se fundirán en un testigo insobornable.
Conservarás hasta el final de los tiempos el ojo del alma, juzgarás la comedia de la historia para decretar el último estallido del orbey con él te desintegrarás, porque el espacio es tu cuerpo y tú su preciosa consciencia, hija de la eternidad. Luz de la luz verás frente a ti a la Madre Suprema, comprenderás que obedecer sus órdenes es la verdadera libertad, y por sus colmillos, sin que ella te lo obligue, jubiloso te dejarás triturar.
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“Yo, el Tarot” de Alejandro Jodorowsky
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