¡Aprende a cocinar y podremos despedir a la sirvienta!
-¡Yo tengo una idea aún mejor! -responde la esposa ¡Aprende a hacer el amor y así podremos despedir al chófer!
Cuando vivimos en pareja y criticamos a nuestro compañero, indefectiblemente éste nos critica también. En el amor, tan pronto como el otro no nos satisface, tampoco nosotros le satisfacemos. El verdadero amor es certeza pura. No tiene cabida la menor crítica. Si ésta surge, es mutua. Es imposible que seamos un príncipe o una princesa y el otro una rana o un sapo. Creer eso es una añagaza. La pareja es una asociación de dos cómplices.
La mejor manera de saber si el otro nos ama es preguntarnos a nosotros mismos si le amamos. Hay personas que no paran de decir «No consigo formar una pareja. Nadie me quiere». Pero de hecho lo que están diciendo es «No amo a nadie. Son egoístas: van a venir a utilizarme, a pervertirme, a hacerme sufrir. Me conviene la soledad». Y por eso se quedan solas. En cuanto estén disponibles para el otro, dispuestas a amarlo, con toda seguridad el otro aparece.
-Por favor -pregunta un señor a un farmacéutico-, ¿tiene preservativos con rayas amarillas y negras?
-Pues no... Además, ¿qué pregunta rara es ésa? ¿Para qué van a servirle unos preservativos así?
-Verá, soy el criado de una señora burguesa. Incluso cuando me invita a hacerle el amor, espera que no me olvide de mi condición.
¿No impedimos muchas veces nosotros mismos a quienes amamos ponerse a nuestro nivel? ¿Acaso nos han permitido nuestros padres ponernos a su altura para favorecer así la comunicación en un plano de igualdad? ¿Hemos tenido oportunidad de luchar contra nuestro progenitor y arrojarle al suelo? ¿Nuestra madre, tras haber cometido el error de darnos un cachete, nos lo ha reconocido y nos ha pedido que le devolviéramos la bofetada? ¿Se nos ha dado nuestra parte de la herencia en el momento oportuno, es decir, cuando aún podíamos tener el placer de disfrutar de ella, o hemos estado esperando esta herencia toda nuestra vida, sin poder aprovecharla cuando finalmente nos ha sido legada?
Hay parejas en las que uno de los miembros impide al otro cambiar para no tener que hacerlo él mismo.
Si el criado hace el amor con el falo desnudo, accede a un nivel superior. El acto se convierte en una relación de reconocimiento mutuo. Por el contrario, mientras utilice los preservativos con rayas amarillas y negras, vive en una relación en la que no es reconocido. En este mundo dirigido exclusivamente por los hombres, ¿cuántas son las parejas que llegan a vivir su relación en pie de igualdad?
De repente, una muchacha advierte al joven con el que sale por primera vez:
-Mi madre me ha hecho jurar que respondería enérgicamente con un «No» a todo lo que me propongas.
-Muy bien. ¿Pondrías alguna objeción a que te follara?
-No.
El joven ha aprovechado la orden de la madre para obtener lo que quería. Se podría llamar a esto «trampa sagrada». El engaño, como la verdad, puede ser benéfico.
Unos padres querían ayudar a su hija pagando sus estudios, sin que por ello se sintiera demasiado dependiente. Le dijeron:
-Podemos correr con los gastos pues, gracias a ti, pagamos menos impuestos. ¡Así que no es ningún problema, y la idea de que esto nos convenga fiscalmente debería liberarte de todo escrúpulo con respecto a nosotros!
La muchacha sintió un gran alivio. Astutamente, sus padres la ayudaron a estudiar sin dar muestras de que la ayudaban... Hay dañinas mentiras egoístas y hay mentiras sagradas que permiten ayudar a los otros.
Un sultán pasa la velada en su harén de trescientas mujeres. Mientras observa a una danzarina y escucha su música favorita, susurra al oído a la concubina más próxima:
-Tus cabellos son como la luna del desierto. Tus ojos son como dos luceros. Tus caderas son como un oasis. Tus labios son como la fuente fresca que mana en las dunas de arena. ¡Pásaselo a la que tienes al lado!
Este sultán cree que haciendo la corte a una sola hembra quedarán todas seducidas. Se ahorra así mucho trabajo, pero el error consiste en que no ve la diferencia que existe entre una mujer y otra. Si utiliza el mismo sistema para todas, el placer no puede existir en ese harén.
Se cometen errores enormes al pensar que lo que se dice a una persona íntimamente puede hacerse extensivo a dos, cuatro, veinte o más. El mensaje que se transmite a una no es el mismo que recibiría otra. Cada individuo escucha de manera particular.
Gurdjieff, entre otros, tenía como discípulos a dos grandes poetas: Luc Dietrich y René Daumal. A Dietrich le ordenó que hiciera el amor con una mujer distinta cada día, pero que no fuese prostituta, durante un año. A Daumalle pidió que lo hiciera una sola vez durante ese mismo año. Ambos se esforzaron por cumplir estos actos que podríamos llamar de psicomagia. A uno le hizo bien luchar por reprimir sus deseos, el otro debió batallar para llevar cada día a su cama a una desconocida..: Lo que un maestro nos dice en particular no tiene por qué ser válido para otra persona. Debemos ser conscientes de que cada ser es distinto, de que unas mismas palabras resultan diferentes en otros oídos.
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Consejos de Alejandro Jodorowsky, en “Cabaret Místico”
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