“El ave que nace en jaula cree que volar es una enfermedad”.
— Alejandro Jodorowsky
Hace unos cuantos días tuve una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. Me topé frente a frente con la razón por la cual no puedo disfrutar de la vida y de lo que tengo en mí mismo. La confianza.
La confianza en muchos de los sentidos es necesaria. Confiar en lo que soy, en lo que hago, en lo que quiero y en lo que necesito. Cuando no la tienes en ti mismo no puedes confiar en lo que haces ni en las promesas que dices para cumplirlas. Pero además es la confianza en la vida, en que todo pasa por alguna razón y en que todo es parte de un aprendizaje. Pero especialmente confiar en las demás personas.
Yo creí que debía de confiar en las personas que me decían que me querían o que me amaban. Aunque no me lo demostraran era una imposición de confiar. Muchas veces salí herido. Me mentían, prometían cosas que jamás cumplían y especialmente me ocultaban cosas “para no hacerme daño”. Confiaba a ciegas y terminaba dañado.
Me doy cuenta que la libertad para volar consiste en confiar. Confiar que es parte de un proceso. Me queda claro que perdí la confianza desde muy chico, me encerré en mi jaula y evité volar a toda costa. La confianza se sustituyó por miedo, evitar las cosas y negar la realidad. Por el simple hecho de “debo confiar”.
La confianza se gana. No puedo confiar cuando me mienten, cuando me hieren, esconden cosas o me atacan. La confianza es interés. Interés de estar con la persona y pensar en ella para que se sienta segura. Confianza desde el amor, no desde el egoísmo. Cuando soy egoísta tiendo a cuestionar, a obligarme y a juzgar a los demás antes de darles la confianza adecuada para que entren en mi vida. ¿Por qué voy a dejar entrar a alguien en mi vida si prefiero hacer lo que me dé la gana sin comprometerme? Esto no quiere decir que esté mal. De hecho es válido si te haces responsable de ello.
Uno de los ejercicios que hacen los trapecistas es exactamente trabajar la confianza. Su vida depende de la persona que los va a agarrar para evitar la caída. ¿Puedo hacerlo sin confiar? Para esto creen en que esa persona no le hará daño, que está con ellos y que tienen un fin en común. En el circo de la vida pasa igual. No te puedes tirar sin confiar sabiendo que vas a caer en la red, o peor aún caer al vacío sin red. Necesitas saber que no te harán daño, que están contigo y que tienen un fin en común.
La confianza no se trata solo de amor y egoísmo. Sino también de reciprocidad. Si la otra persona es congruente diciendo y haciendo lo mismo me puede dar la confianza de creer en ella. Saber que me está diciendo la verdad, el no encontrarle mentiras y saber que no me hará daño son razones para abrirme. Ocultar, prometer sin cumplir, evadir y negar son parte de una mentira. Las mentiras no me sirven para creer.
Yo sé que no nací en una jaula. Sé que quiero volar. Tengo la puerta abierta de la jaula y salgo por momentos para aprender a volar. Había perdido la confianza en la vida y de que todo iba a estar bien. Hoy tengo la certeza que pase lo que pase así será. Da mucho miedo pero es así. La libertad se basa en confiar en mí, no en los demás. La libertad es interna, puedo encadenarme a mis pensamientos y a mis miedos; o salir y volar. La libertad consiste en creer, en confiar y en hacer. Con hechos, no con palabras. La vida no se vive con pensamientos o palabras, sino con hechos. La verdadera realidad se basa en lo que sientes y en lo que sienten por ti. Si los demás no sienten el interés, el amor y la comprensión por ti; algo estás haciendo mal. Para que se interesen por ti debes interesarte, comprender y amar. Cuando confías en que lo que haces está bien para ti te sientes fuerte. Pero para llegar a este punto necesitas saber lo que realmente quieres, no evadirte ni negar lo que tienes. A partir de ahí comienzas a creer en ti. Confías. Sales de la jaula y comienzas a volar.
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Fuente: Recuperando la vida
Montaje de Imagen: Manny Jaef
@alejodorowsky en Twitter
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