miércoles, 1 de enero de 2014

Una Mirada A “La Fuerza”

Sagrada hija de la fiera verde, soplo que clama por ser forma, sangre que aceita a las espadas, semen del volcán interno, retiro la máscara del punto vacío, creo en el vientre árboles de fuego, introduzco planetas en almendras, reintegro las medusas del celo, agrego a las cabezas mi diadema, renazco en el cementerio de las metas, obtengo la ignorancia de mí misma, que es el conocimiento del mundo.
Imán de las flechas innacidas, horno donde el lodo se hace aire, nube que coagula el mármol, no soy la que refleja sino la que es.
Que se convierta en espiral el círculo estancado, que en la tierra se abra el cielo y que en cada sexo aniden los mil ritmos hasta formar una argolla, para que a nadie se le impida casarse con su cara y encontrar en los ojos el poder de la semilla. Más allá, al comienzo de todos los senderos, donde ni siquiera los espejismos mienten, soy la miel que florece en el cadáver del héroe, llave que es la suma de todas las entradas, montaña que emprende el vuelo, esperanza reducida a una fecunda herida. Si atrapada en la carne no hundo mi aureola en la ausencia, ¿puedo saber dónde estoy?
Si agredida por el tiempo no promulgo la perla del deseo, ¿puedo decir que voy?
Si perdida en las espiras de las jerarquías no quiebro la jaula del yo, ¿puedo afirmar quién soy?
He de vencer al fantasma de la muerte, desintegrar la línea que limita la vigilia, invocar en esa frontera fría el advenimiento de un placer sin normas, descender hacia los demonios que danzan en las cavernas del alma, surgir del pantano ardiente lanzando el grito de mi primer orgasmo. Quiero que el suelo se transforme en piel de virgen para que los pasos sean caricias que fermenten. Quiero partir las columnas del templo donde duerme el ángel del hielo que teme convertirse en sangre.
Quiero ser el loto que se eleva hacia el firmamento arrastrando como cauda al pantano que lo engendra para llegar ahí donde las apariencias se hacen carne y sea yo el hocico por donde emerge el aliento.
¿En qué misterio de mi nervio se forma el caos que te aterra? ¿Dejarás cabalgar mis caballos por tu celador intelecto? ¿Domarás por fin al clon que vomita un mar de sueños? ¿Serás la flecha que perfora al blanco y lo insemina?
¿Serás el cáliz donde brilla el pan de fuego y el vino que lo engendra?
¿Serás la alfombra de flores en el camino de calvario?
¿Serás el témpano que se disuelve en estrellas que copulan?
¿Demolerás catedrales para exhumar el huevo donde yace un Mesías?
¿Sumergirás a Dios en las tinieblas para hacerlo halo de mi pubis?
Cruza la puerta, oye el rugido de la primavera, que la solitaria fuente de las ilusiones
acceda a florecer en astros verdaderos porque soy aquella que nace de la tierra y sin embargo diferente de la tierra, aquella que las tinieblas no conocen aunque su cuerpo sea de pura sombra, aquella que en el magma es una lámpara y en la blanca cima el fondo de un abismo.
¿Puedes ahora recordarme? Soy tu madre, la imperecedera fuerza a la que llamas alma.
∼✻∼
“Yo, el Tarot” de Alejandro Jodorowsky




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