“Juzgamos el mundo proyectando sobre éste lo que somos nosotros mismos.
La próxima vez que pelees con alguien, registra en un pequeño magnetófono todos los insultos que te diga el otro. Dichos insultos definirán a quien te los lanza porque, durante el combate, tú te conviertes en su espejo, en tanto que el otro se convierte en el tuyo.
Si no te fijas en su belleza es porque no conoces la tuya; si sólo adviertes sus defectos es porque no ves otra cosa que los tuyos.
(...) Cuando constatamos que el mundo es egoísta, es porque nosotros mismos los somos. Cuando vemos la maldad por todas partes es porque nosotros somos malvados, o más bien, porque nos hallamos en un estado de maldad. Tenemos miedo de nuestra propia maldad.
Un día me di cuenta de que la realidad revelaba al inconsciente y que obraba exactamente como éste. Dicho de otro modo, veo la realidad en función de mi inconsciente”.
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¿Alguna persona le desagrada sin motivo aparente? ¿Encuentra algún defecto en sus más cercanos que le incomoda especialmente? Generalmente somos nosotros mismos viéndonos con nuestros propios ojos, desde nuestros propios miedos, desde la propia experiencia.
El castigo que le propiné a esa persona, probablemente sería el castigo que se impondría a uno mismo. Si bien el razonamiento de Jodorowsky es descriptivo, creo importante tener presente que uno siempre puede cambiar un número en la ecuación y abrazar (por mucha incomodidad que sienta en un principio) aquello que odia o le desagrada.
Comenzar a aceptarse en sus formas es el primer paso para superar aquello que desea cambiar y mejorar. Ámese y no se tenga miedo (diría que no le tenga miedo al mundo, pero a estas alturas ya sabemos que es solo miedo a nosotros mismos), es la mejor fórmula para disfrutar el paso por esta esfera planetaria que tiene demasiada belleza al alcance de cualquier mano (partiendo por la de uno mismo).
Fuente: Manojo de palabras
Ilustración: Tape Recorder by Julia
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