martes, 8 de abril de 2014

Entre Rejas. La Familia Como Cárcel

Puede ser trampa o tesoro la familia, dice el escritor, y tantas otras cosas. Podríamos afinar incluso un poco más: la familia es, a la vez, alas y cárcel.
Todos hemos venido al mundo a través de la puerta concreta que nos abrió un acto de amor. En un lugar, un tiempo, un condicionamiento psicogenealógico, unas circunstancias únicas. Para el psicomago, que tuvo unos padres duros que jamás le dieron aspirinas metafísicas, la familia fue una trampa para el desarrollo de su alma y, a la vez, porque todo tiene sentido para él («todo es para bien», escribe el chileno-francés), un tesoro en potencia porque lo obligó a rebelarse, y luego a viajar, y después a buscar su camino propio, y más tarde a ir superando, poco a poco, los límites que tenía y que él creía no eran suyos. Su apasionante vida de peregrino y de artista está relatada en su obra maestra La danza de la realidad. Hay algo en él que recuerda a los Esclavos que esculpió Miguel Ángel en mármol. Aún no salidos por completo de la roca, luchando por desenmarañarse de ella, escapar de la materia informe, tensando los músculos y aplicando toda su energía en lograr ser.
La familia-cárcel nos proporciona una identidad, un ego, pero en su mayor parte, artificial, que pone barreras al desarrollo de nuestro ser esencial. Los nombres repetidos nos legan destinos comunes a los de nuestros homónimos; a lo largo de generaciones (las tres anteriores son las más significativas) se repiten enfermedades, profesiones, modos de ser y de vivir, edades en las muertes, los partos o los hechos significativos, maneras de traer al mundo a los hijos, tipos de relaciones de pareja, divorcios, abandonos, hechos traumáticos, incluso hechos felices, secretos. Hay una especie de genética simbólica, o psicogenealogía, de la que raramente logramos escapar.
Jodorowsky plantea reconocer el sufrimiento que nos provoca no ser nosotros mismos y empezar a caminar estudiando a fondo nuestro árbol genealógico (compromiso con el pasado). A la vez somos presente, y hemos de plantear la finalidad de nuestras vidas (compromiso con el futuro). ¿Para qué queremos vivir?
A veces un límite parece convertirse en escollo insalvable. Jodorowsky propone entonces un acto psicomágico, un hecho simbólico que acabe por contar como hecho real (esto lo aprendió de los chamanes) para nuestras almas. ¿Que deseas a alguien pero no quieres ser infiel a tu pareja? Reserva una habitación de hotel. Vístete como si esperaras a un/a amante. Y realiza la transgresión sólo simbólicamente, invitando casi en secreto a la persona con la que compartes tu cotidianidad.
A veces ahondar en nuestro ser esencial nos deja desnudos, abismados, sin saber. Ya no somos nada de lo que nos dijeron, y nada de lo que creímos ser. El terror se apodera de nosotros. Llegamos a un acantilado altísimo y el siguiente paso es un salto al vacío. ¿Qué hacer?
Y el escritor no duda. Eso precisamente es escapar de la cárcel: a lo mejor al saltar alguien viene y te regala unas alas.

Por Marta Herrero Gil


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