viernes, 3 de enero de 2014

Una Mirada A “El Colgado”

Puede interpretarse como si el personaje fuera un feto, amarrado al cordón umbilical, incapaz de nacer, preso para siempre dentro del vientre de su madre. Encerrado en un sólo idioma, en la “lengua madre”. De alguna manera la madre no ha querido parirlo, ha querido guardarlo para siempre junto a ella.

Alejandro Jodorowsky en “Correo terapéutico”

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He cortado las ramas del incesto dejando ombligos de sangre en el tronco del deseo, he descendido por las tripas del espejo acarreando mis palabras hacia su centro mudo, he cavado sepulcros de piedra donde sobrenadan los difuntos en sus lágrimas, he asesinado a los dioses que acechan en la carne, dado pasos sin huellas en los senderos que se esfuman, hundido la cabeza en la matriz de la tierra, cada vez más profundo hasta perder las fronteras, para que nada ajeno se mezcle a lo que soy. Feto oscuro en las raíces del aire, unido al esplendor del olvido perfecto, generado por el viento, cuelgo de un árbol que es mi madre. Templo vacío, luna menguante, lluvia celeste, al contrario del fuego que calcina arranco de mis manos la elección, entrego mi voz al hocico del abismo, elimino el lucro de mis bolsas, aliso la esmeralda del sueño, convierto mis vísceras en ofrenda para el sodomita sagrado, hundo mi mente en el fango hasta emerger en otro mundo. Como una hostia de roca, como un crustáceo fósil o una moneda rancia, olvidando todo gesto, me entrego a quien sepa recibir mi don.
Arco infatigable de flechas cuyo blanco es invisible, ¿acaso alguien me comprende?
Las ideas nos amarran a otras pieles, los sentimientos nos enlazan a otros días, los deseos nos encadenan a guaridas y la ambición nos exige premios ruines. Idealistas vagos nos forjamos un reino suspendido en medio de la niebla. Con los ojos hacia fuera permanecemos ciegos ante la belleza que nos llena. La mente debe extinguirse a sí misma, naufragar en el océano de la sombra, extraer las zarpas de lo denso para que en un magma sin espectador trascienda el objeto impalpable y su tormento se transforme en bendición. Con una espada en llamas quiero penetrar en la caverna del ámbar, inclinar cada vértebra ante la bestia oscura que dicta los preceptos, renunciar a dar sin recibir gestando la semilla de la flor del alma, fundar en la mancha informe que acompaña mis pasos la ciudad de la fe, escuchar la trompeta del arcángel anunciando el cese de la negación y el advenimiento de un óvulo de oro, para ceder mis latidos a la arcilla que clama por ser carne, darle la perla final de mi consciencia, dejar caer la piel antigua, adquirir un cerebro transparente, abrir la puerta que conduce al camino de los sueños, avanzar hasta llegar al torrente que el corazón recibe de los astros, colgar del árbol del conocimiento como una res vacía, como un canal sin meta, como un elixir dorado surgiendo de la lengua, como el murmullo de un ala, como un torbellino de luz elevarme hasta el trono donde reina el Creador. Silencio, ¡que el tigre enloquecido se detenga, que las máscaras se consuman y que el viento duerma! ¡Voy a partir un aura! 

“Yo, el Tarot” de Alejandro Jodorowsky

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