Alejandro Jodorowsky se ha definido él mismo como “un clown místico, un surrealista de la espiritualidad, un provocador pánico”. Su temperamento magnético y controvertido lo convierten en toda una personalidad multidisciplinaria. En lo que toca al cine, su incesante búsqueda de la trascendencia a través de los símbolos lo consagra como director de culto con un objetivo claro: “La meta es perder paulatinamente los límites espirituales o, mejor dicho, hacer retroceder los límites hacia el infinito”.
Preguntamos a Alejandro Jodorowsky, creador de la psicomagia: ¿Qué ingredientes usa esta terapia?
Empleo la danza, la poesía, la pintura, la música, la escultura, la gastronomía, la aromaterapia, el Tarot, etc. No he tratado de aplicar un arte terapéutico sino una terapia artística.
Los curanderos usan lo que he llamado “trampa sagrada”. Para que se le realice un milagro es necesario que el consultante crea que puede haber milagros. Como la mente racional vive dentro de un búnker sin fe, el brujo, por prestidigitación, le muestra un falso milagro. El consultante se maravilla y cree. Entonces, se le puede abrir la puerta al mundo mágico, es decir al verdadero, al vital, donde se es lo que uno es y no lo que la familia, la sociedad y la cultura quieren que uno sea.
Un acto psicomágico es una escenificación simbólica que contiene las claves de la solución del trauma a sanar. Es el único “idioma” que se habla en el reino del inconsciente, en donde anidan los conflictos. La palabra y la razón tienen un poder limitado, ya que no sintonizan con el receptor del inconsciente, en el que la onda que más clara y rápida llega es la de la metáfora.
El psicomago, en palabras de Alejandro Jodorowsky, es un terapeuta que para sanar utiliza sin ninguna superstición ni superchería las técnicas de la magia.
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Imagen: Olivier Normandin
@alejodorowsky en Twitter
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