jueves, 11 de diciembre de 2014

Cristóbal Jodorowsky, El Psicomago


“Ser o no ser”. La influencia del fantasma de Hamlet sigue vagando aún por el mundo de hoy. Un mundo que pone en evidencia la situación de frustración existencial y la contención emocional intra e interpersonal de los humanos. Aunque a pasitos pequeños, cada vez más personas se percatan de ello y se atreven y quieren cambiar. En este despertar se topan con innumerables propuestas de sanación: religiosas, supersticiosas, ideológicas, políticas, mercadológicas...

Y, entonces, como enviada por el mismo universo que grita ¡hay que transformarse!, hace más de 30 años surge la psicomagia en el seno de la inquieta y cuestionadora familia Jodorowsky. En efecto, cual mago, envuelto en una personalidad original, espontánea y con un saco oscuro y largo hasta debajo de las rodillas, Cristóbal Jodorowsky nos habla de este método terapéutico que aprendió de su padre Alejandro, y que continúa desarrollando por su cuenta y aplica, incluso, a sí mismo.

A través de conferencias gratuitas, twitters, talleres y cursos, este psicomago, que es también pintor, escritor, director de teatro y cineasta, ha usado la psicomagia para tocar las fibras más sensibles de mucha gente en el mundo, incluso en México, ayudándola a reconocer sus frustraciones y a salir desde las sombras para atreverse a hacer aquello para lo cual vinimos al mundo. A, literalmente, existir.

¿Por qué usar el término magia como parte del nombre de un método psicoterapéutico? ¿Cómo lo explicarías a quienes pudieran relacionarlo con charlatanería? 

Cristóbal hace un gesto de seriedad y, sin dirigir la mirada a la entrevistadora, se apresura a responder: “Soy una persona muy bien intencionada y, cuando hablo, es para ayudar a la gente, no para agredirla” –dice enfático. “Yo no creo que me deba adaptar al perfil de la gente porque, si lo hago, me miento a mí mismo. Lo que la gente no cesa de hacer es adaptarse a lo que le dicen los otros, desde que va a la escuela. Hay que salir de esa visión. Hay que crear su propio punto de vista. El ser humano que quiere crecer debe confrontarse, enfrentarse a la visión única que tiene de la vida, hacerle frente a su diferencia y tener el coraje de afirmarla porque, si no, muere sufriendo, muere irrealizado. Mi trabajo es ayudar a la gente a que descubra, en toda felicidad, su unicidad”.

Mi intención no es descalificar lo que haces, sino encausar el mensaje a aquellos que pudieran rechazar el término y no acercarse. ¿Cuál es la base conceptual de la psicomagia, entonces? 

”Ya lo sé” –responde, cual si hubiera enfrentado ese mismo cuestionamiento muchas veces antes. “La psicomagia” –dice en tono aleccionador- “trabaja con dos hemisferios: el izquierdo, que es el racional (psico), y el derecho, que es creativo, metafórico (magia). No tiene nada de sobrenatural, es una técnica terapéutica que acepta la otra dimensión de nuestro cerebro, que es un sistema analógico-metafórico. Somos 10% lógicos y 90% analógicos y metafóricos. Todo es metáfora en nuestro cerebro. Nos enseñan a pensar linealmente, pero nos cortan el cerebro en dos. Los magos hacen metáforas, entonces, la magia es una especie de metáforas y, en el fondo, es una intuición popular de lo que somos los seres humanos”.

Pareciera como si hicieras una conciliación entre dos términos irreconciliables para el pensamiento occidental: lo racional y lo supersticioso. 

“No, no es superstición”, –aclara de inmediato– “es lo psicológico y lo creativo”. “La religión nos ha cortado el cerebro en dos. Todo lo que es creativo lo ha identificado a lo sexual. Y, como el sexo está cortado en la religión cristiana, todo lo que es creativo es el diablo. La metáfora, por ejemplo. Tenemos que salirnos de las estructuras impuestas y reencontrarnos con nuestro propio ser”. Jodorowsky fija la mirada al infinito, como mirando y afirmando sus convicciones y exclama: “Eso de “no conciliable” es falso porque nosotros somos dos dimensiones, esa es nuestra condición humana. Cuando uno trata de fragmentar alguno de nuestros lados, estamos cometiendo un crimen. Estamos en una época en la que la física dice: “unificación de la materia”. Ya el pecado de la carne se acabó, la tierra como purgatorio, se acabó; el cielo y el infierno se acabaron. Es una sola energía. Entonces, ya estamos conciliados y la gente tiene que tomar consciencia de lo que somos y dejar atrás todas esas estructuras que fueron necesarias, pero que ya no lo son. Lo del pasado fue útil, pero ya hay una nueva visión de lo que es el ser humano y eso hay que asumirlo”. “La educación de hoy, por ejemplo,” –agrega y para en firme la siguiente pregunta de la entrevista- “todavía está 10 mil pasos atrás de lo que es el pensamiento actual y debe cambiar. Los psicólogos ya están cambiando. Cuando dices psicomagia todos los psicoanalistas lo conocen ya y lo utilizan”.

¿Entonces podría ser perfectamente combinable la psicoterapia tradicional con la psicomagia? 

“Esto, en diez años más, va a enseñarse en las escuelas” –dice con inminente gesto de aprobación. “Un acto de psicomagia te economiza, a veces, cinco años de psicoanálisis. Hay impulsos, como los incestuosos, que en psicoanálisis no puedes analizar y te demoras, de tres a cuatro años, sólo para confesarlo. Una vez que lo aceptaste, tienes que vivir con ese sentimiento sin realizarlo. En la psicomagia, en lugar de negar ese impulso, lo aceptas y lo realizas, pero de forma metafórica”.

¿Cómo? Es una experiencia un tanto fuerte, ¿no? 

“Tú le pones una foto de tu mamá a una amiga y te acuestas con ella” –responde al tiempo que disfruta de mi perplejidad. “Tu cerebro –continúa – cree que te acuestas con tu mamá. Es decir, que la parte del cerebro más inconsciente, acepta la metáfora. El racional dice: es sólo una foto. Entonces no te culpabilizas, te liberas y pasas a otra etapa. Y te liberas porque los seres humanos vivimos en estados de frustración. Evolucionar es muy peligroso para la gente porque desobedece a la estructura que le fue impuesta e identifica a esa neurosis en una especie de bandera de clan y la defiende. Si se libera, inconscientemente siente que desobedece. La gente quiere ser tratada, pero no se atreve a salirse de ahí. La psicomagia propone un salto cuántico al solucionar la situación y realizarla”.

¿Cómo creas el acto de psicomagia para cada caso en particular? ¿Existe un catálogo, un libro? 

“La psicomagia no es psiquiatría” – aclara. “Es por eso que esto es muy complejo. Es como la música. Estudias el solfeo y de ahí sale una melodía y ésta tiene toda la estructura musical. La estructura de la psicomagia la creó mi padre. Uno de los principios básicos es que todo se puede realizar, es como el lenguaje de los sueños. Puedes morir, ir al pasado, dar el amor que no hubo, es decir, puedes solucionar todo, eres mago. Todo lo que está pendiente en el pasado, lo puedes solucionar a través de actos”. “Otra de las bases es que, en lugar de negar los sentimientos, los realizas. Si tienes un impulso de matar -el cual nace a lo mejor porque tu padre se ausentó, porque quizás te golpeó y, luego, todo eso, quizás, lo proyectas en tu jefe, en tu esposo-, en psicomagia ese impulso lo puedes realizar. Por ejemplo, tú le pones la foto de papá a una sandía y la golpeas. Hay una parte de ti que acepta, que descarga esa violencia y te liberas. Y, la parte racional de ti, dice: “Es una sandía”. Pero, en el otro nivel, tú entras a los códigos arraigados de tu cerebro. Por supuesto que, después, te tienes que hacer una reparación y recibir el amor a través de un baño de miel que te da una persona a la que le has puesto la foto de tu padre y recuperas el afecto”.

¿Se da, entonces una especie de alquimia espiritual? 

“¡Atención!” –apunta Jodorowsky enfatizando el tono de su voz. “Espiritual no es fuera del cuerpo. El cuerpo es –todo- una expresión espiritual” –dice mientras recorre su figura con un ademán. “La psicomagia, por tanto, no es una alquimia espiritual, sino psicológica en la que te liberas. Terminas con una rueda de repetición del pasado. En general, los seres humanos estamos tratando de solucionar el pasado en el presente, todo el tiempo y a nivel inconsciente, porque hay miles de situaciones pendientes de solucionar. Cómo nos vestimos, cómo hablamos... todo es una referencia al pasado”.

¿Por qué al pasado? 

“Ah” –dice Cristóbal sonriendo y con perspicacia. “Porque cuando tenemos un nivel de consciencia de conservación –que es más animal-, y no hemos despertado a un nivel de consciencia más amplio, somos como los animales y nuestro propósito sería mantener nuestro clan hasta que termine el universo. No aceptamos morir. No aceptamos transformarnos, hay una parte de nosotros que imita y conserva. Inclusive, conservamos nuestra neurosis. La psicomagia propone terminar con ese ciclo repetitivo y encontrarse en una situación más presente”.

¿Cómo podemos llegar al punto de querer cambiar, de “darnos cuenta” y cómo podemos ayudar al otro a “darse cuenta”? 

“Leyendo una entrevista como esta” –responde.

No creas, hay personas que se resisten a salirse de su estructura de pensamiento. 

“Gurdjieff, que era un filósofo místico, decía: “Hay gente que nace puerca y se muere puerca” –señala Cristóbal sin miramiento alguno. “Ahí no hay remedio, aunque quieras ayudar”. “En la psicomagia” –continúa –“hay cuatro principios: querer, poder (saber que uno puede), osar (atreverse) y callar. Es decir, aceptar dentro de sí el cambio, callar el ego y dejar que aparezca la esencia. Es aprender a morir al pasado, a sí mismo, para renacer en otra dimensión de sí mismo. Hay gente que llega a evolucionar tanto, que se da cuenta de quién verdaderamente es y de que, hasta entonces, sólo había sido un reflejo de los otros”.

¿Un reflejo de los patrones impuestos por los padres? 

“Por los padres, por la sociedad...” –afirma. Te apoyas mucho en el arte, en particular el teatro, como método terapéutico. ¿Qué tienen los artistas, en particular, que presentan una ventaja mayor para llegar a ese “darse cuenta” y desentrañar el trasfondo de los problemas existenciales del ser humano y de su efecto en la sociedad? La película que protagonizaste, “Santa sangre”, es un ejemplo de ello. Cristóbal, desde su honestidad, relata: “Santa sangre” es una película hecha por mi padre, cuyo guión corresponde a mi historia personal. En la vida real, yo tuve una situación de incesto emocional con mi mamá y, en la película, asesiné a muchas mujeres, al igual que lo hizo el personaje que interpretaba el papel de mi padre –recordarás que le corta los brazos al personaje de mi mamá. Y, en la vida, repetí muchos modelos de mi propio papá. Estamos repitiendo patrones, estamos como poseídos por ellos”. “Hay artistas –continúa– “que traducen la vida a través de las emociones, perciben el mundo a través del corazón. Los filósofos lo hacen a través del intelecto. Creo que cuando ayudas tienes que utilizar todo lo que existe”. “Yo, la verdad,” –expresa con plenitud –“es que sí nací creativo, el arte es mi vocación y la he aplicado para ayudar a la gente. Estoy focalizando toda mi obra, pintura, escritura, todo, hacia eso. Estoy haciendo cine, escribiendo una obra de teatro que se llama “Padres, madres, hijas e hijos, teatro, flamenco y psicomagia”, que se presentará el próximo año en el marco del Festival de la ciudad de México. Estoy a punto de ir a Argentina a presentar la obra “Hombres y mujeres, tango, psicomagia y teatro”. Y estoy filmando una película aquí en México que son tres actos de psicomagia sobre el volver a nacer –yo voy a actuar en uno- y, otra, que se llama “El árbol coronado”. Como si rememorara un diálogo interno de resolución, Cristóbal agrega: “Yo creo que el mundo necesita ayuda, pero tampoco tengo por qué sacrificarme como artista, pero me puedo adaptar a esa ayuda que los otros necesitan. Sin embargo, no me adapto a un nivel de consciencia menos apto del que merece el ser humano, que es mucho más de lo que está viviendo ahora y, justamente, hay que proponerle otros estados de consciencia para que pueda darse cuenta de que sí existe eso. De que si uno no lo ha logrado aún, no importa, pero hay que aspirar a eso”.

Retomando el tema de la fijación con los modelos que imitamos de nuestros padres, ¿cómo independizarnos de ellos, sin sentir culpa, y, cómo de los hijos, sin sentir abandono, cuando éstos se van de casa? 

“Eso viene del instinto de conservación, según el cual, de alguna manera, los hijos son nuestro pase a la inmortalidad” –dice convencido. “Por eso los criamos, los educamos y los condicionamos a que se parezcan a nosotros. Y si no se parecen, sutilmente los criticamos, los humillamos porque, a través de su comportamiento, de la imitación que hacen de nosotros, nos vamos a inmortalizar. Entonces, cuando se van, sentimos que nos morimos”. Cristóbal Jodorowsky hace otro llamado de atención y señala: “Olvidamos que los hijos no son nuestros, sino que los produce el universo porque los necesita. Son piezas fundamentales para su desarrollo. Los padres somos sólo pasajes porque, después, ellos tienen que encontrar una dimensión que se llama el Dios interior, que es una dimensión consciente que trabaja a través de ellos para que se realicen con consciencia en toda su existencia. Si nosotros no los preparamos para eso, les prohibimos participar en este universo”.

¿Y qué puede hacer un adulto que aún no se ha desprendido de la madre, del padre o de ambos, aún cuando éstos ya fallecieron? 

“Esto no es psiquiatría” –aclara– “y cada caso es particular. Pero te pongo el ejemplo de un acto que inventó mi padre –y que yo hice con él- acerca de un hombre que estaba muy invadido por su mamá. El acto consiste en que éste le robe ropa a su mamá y se vista con ella por tres días, no se bañe y se pasee vestido así. ¿Qué se hace aquí, en principio? Reflejar lo que el hombre está viviendo adentro, porque su madre lo invadió. Muchos de nosotros estamos poseídos por nuestra madre. La posesión existe, no es brujería, es una situación psicológica porque seguimos los modelos de cómo piensan, cómo hablan nuestros padres, comemos como ellos, en fin... son tantas situaciones que imitamos”.

“Entonces,” -continúa– “al tercer día, este hombre hace una ceremonia en la que se quita la ropa de ella, se baña siete veces, lava la ropa, la pone dentro de una figura de corazón y se la regresa a su madre y le dice: “Contigo viví tantos años, te amo, pero necesito hacer mi vida”, y le regresa su ropa. El cambio es muy fuerte y, aunque parezca un acto muy sencillo, la persona siente que se libera de algo. Los brujos, curanderos, chamanes, espiritistas, vudús, todos, a nivel muy intuitivo, saben que el cerebro acepta esta metáfora. Juegan ese juego y aceptan que tiene un peso”.

En un acto repentino, Cristóbal entrecierra los ojos, gira la cabeza hacia la derecha y, cual si se dirigiera a la gente incrédula que duda de la magia como metáfora, añade: “Cuando te hacen una limpia en el mercado de Sonora –y a mí me pueden decir que la gente no cree en nada, pero puedes ver allí a los oficinistas, bien calladitos, con sus anteojos oscuros haciéndose una limpia, consultando el Tarot. ¡Todo México hace eso, hasta los presidentes!- es porque sabemos que esa metáfora existe a nivel muy intuitivo. Y, cuando sucede eso, nos sentimos liberados. Nuestro cerebro, de esta realidad, ve sólo el 10%, y lo otro lo completa, es una invención. Entonces, podemos jugar con esa invención. La metáfora es fundamental porque puedes ir cambiando tu realidad”.

¿El hecho de que tú seas psicomago, al igual que tu padre, tiene que ver entonces con tu árbol genealógico o es tu vocación natural?

 “Tiene que ver, pero es mi vocación también” –dice convencido. “Yo no considero que a mí me regalaron algo, que tomé el conocimiento de mi familia como se hace en ciertas culturas chamánicas”. “Conmigo no fue así” –enfatiza- “mi familia es muy complicada, hubo una guerra, fue difícil mi camino. En cierta época, mi padre quería ser el único, tuvimos que trabajar mucho sobre eso. La verdad, yo salí de mi infancia como de la guerra del Líbano, muy dañado psicológicamente, porque mi familia era muy fuerte. Yo era muy sensible, sentía miedo al abandono, al fracaso, al rechazo, fui la oveja negra de la familia. Yo creo que tenía todas las neurosis y, además, yo vivía muy angustiado y me dije: “¿Cómo me salgo de esto?”.

“A los 18 años tomé consciencia del trabajo enorme que tenía que hacer porque también, gracias a mi crianza y al nivel de consciencia que había en mi casa, me dije: “No estoy en el estado humano en el que quiero estar”. Pero no quería entrar en el Nirvana, ni abandonar mi vida humana y derraparme la cabeza e irme a un monasterio. Quería una vida espiritual humana, feliz, plena. Entonces, dije: “Está la psicomagia, está este conocimiento y lo voy a explorar y me voy a liberar”. Yo empecé liberándome de mí mismo y no solamente creí en la psicomagia, sino la amé porque vi los resultados que empezaba a tener en mí y en gente cercana y me di cuenta de que sí era mi vocación”.

“La aplique a mismo padre, a mi madre” –recuerda sonriendo. “Tantas veces toqué el timbre de su casa. Una vez, lo hice vestido de él mismo, me bañó con miel, reparé traumas, tantas cosas, y no pudieron decirme que no porque él inventó eso. Le dije: “Probémoslo, hagamos una terapia casera”, porque ahí empiezan las cosas de verdad”.

¿Y al mismo tiempo curaste a tu papá y a tu mamá? 

“No sé” –responde cual si recién saliera de un acto de liberación. “Ellos mismos se han curado. Mi padre ha hecho su camino terapéutico más allá de mi, pero estoy seguro que todos los actos psicomágicos que se hicieron contribuyeron a su desarrollo porque un acto psicomágico es como un trauma, una vez que entró en ti, afecta toda tu vida”. ¿Cómo se puede enseñar el desarrollo de la intuición? “A través del estudio del Tarot” –responde Cristóbal como si fuera algo obvio.

¿Por qué incorporar la consulta del tarot como parte sustancial de la terapia? ¿La interacción directa entre consultante –psicomago, no basta? 

“Más bien es una relación consultante-consejero” –aclara. “El psicomago da consejos, no obliga a nadie a hacer nada. Lo utilizo porque todo partió del tarot. Yo aprendí a contar y a leer a partir del tarot a los tres años. En casa me vestía como los arcanos, fue mi mundo mítico porque representan los arquetipos que son la estructura básica del psiquismo humano”. “Y no cualquier tarot,” –advierte Cristóbal- “sino el de Marsella. Es un mandala. No son cartas separadas, sino que conforman un dibujo entero, es un todo. Y, cuando lo estudias profundamente, te das cuenta que es una guía para desarrollar tu espíritu y para tu transformación, una especie de llave para salir de tu laberinto psicológico. Primero, se convierte en un guía interior, después, lo puedes utilizar para ayudar a los otros a detectar sus dificultades y clarificarlas”.

¿Y esto ocurre solamente con el hecho de que yo escoja una carta? 

“Tu subconsciente sabe lo que va a escoger” –sonríe Cristóbal.

Pero la carta está boca abajo. 

“Ay, por favor, si somos todos telepáticos” –responde burlón. “Lo que pasa es que jugamos a ser racionales. Si la materia está unificada, entonces tú sabes todo. Tú sabes todo de tu inconsciente, nada más que no te lo puedes confesar porque, a veces, es doloroso, vergonzoso. En el fondo te haces una lectura a ti mismo y el lector sólo interpreta lo que tú sacaste. Es un test psicológico”. “En la técnica que yo aprendí no se ve el futuro porque esto condiciona a la persona. Un lector del Tarot que le predice a alguien el futuro, es una persona que no sabe de verdad leerlo, es charlatán” –advierte. “Aunque vea lo que vea, o sea vidente, no se debe permitir decirle a la gente lo que le va a pasar, pues en el momento que tiene una carta del Tarot se convierte en alguien poderoso en el cerebro del consultante y éste se abre y acepta ser condicionado. Entonces, si alguien pregunta: “¿Voy a encontrar el amor de mi vida?”, el Tarot, más bien, va a responder por qué no lo ha encontrado aún. Así me lo enseñó mi padre” –remata orgulloso.

¿Cristóbal Jodorowsky es su propio psicomago o recurre a un tercero para terapiarse? 

“Yo soy mi propio psicomago” –replica, mientras niega con la cabeza que alguien más le dé terapia. “Mi casa fue una especie de hervidero del psicoanálisis y aprendí a analizarme a los siete años”.

¿Todos deberíamos psicoanalizarnos?

“Psicoanalizarse llega hasta cierto límite. Creo que hay que analizarse y, al mismo tiempo, ver su árbol genealógico” –aconseja. “Hoy en día existen otros caminos, ya no es sólo con papá y mamá. Ya Freud hablaba del yo inconsciente, Jung, del inconsciente colectivo. Existe la psicogenealogía, la metagenealogía. Estudiarse es estudiar a la familia, a la sociedad que en que se vive. Para comprenderse hay que ir atrás cuatro generaciones”.

¿Y, si no te gusta ese árbol es posible salirse de él? 

“Uno no puede salirse de su árbol, pero puede transformarlo dentro de sí en uno mejor” –dice sonriendo. “De todas maneras este árbol está en tus células y es imposible negarlo. Lo único que se puede hacer es integrarlo, agradecerlo, entenderlo como una expresión del multi universo y, si existió, es porque tenía que existir. Lo que te queda es solucionarte tú y florecer porque, al final, el árbol, en el fondo, no existe, sino que es tu sistema neurológico”.

Si la psicomagia invita al juego, juguemos a conocer el reflejo inmediato que tienen, en la mente de Cristóbal Jodorowsky, los siguientes conceptos. 

Cristóbal, con gesto de niño travieso, asiente, cierra los ojos, se concentra y responde.


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