sábado, 7 de diciembre de 2013

Fragmentos Del Libro “El Profeta”, De Khalil Gibran: El Crimen Y El Castigo

Entonces, uno de los magistrados de la ciudad se acerco y dijo: Háblanos del Crimen y del Castigo.

Y él respondió diciendo:

Es cuando vuestro espíritu vaga en el viento.
Que vosotros, solos y desamparados, cometéis una falta para con los demás y, por lo tanto, para con vosotros mismos.
Y a causa de esa falta cometida, debéis llamar a la puerta del bienaventurado y esperar algunos minutos.

Como el océano es el Dios de vuestro yo:
No conoce los caminos del topo ni buscar los orificios de la serpiente.

Pero el dios de vuestro yo no habita sólo en vuestros ser.
Mucho en vosotros es aún hombre, y mucho en vosotros no es hombre todavía, sino una forma grotesca que camina dormido entre la niebla, en busca de su propio despertar.

Y del hombre que hay en vosotros quiero yo hablar ahora.
Porque es él y no el dios de vuestro yo, ni la forma grotesca que camina en la niebla el que conoce el crimen y el castigo del crimen.

A menudo os he oído hablar de aquel que comete una falta como si no fuera uno de vosotros, sino un extraño y un intruso en vuestro mundo.

Pero yo os digo, que, así como el piadoso y el honrado no pueden elevarse más allá de lo más sublime que existe en cada uno de vosotros, así el débil y el malvado no pueden caer más bajo que lo más bajo que existe también en cada uno de vosotros.
Y, así como una sola hoja no se vuelve amarilla sino con el invisible conocimiento del árbol todo, así el que falta no puede hacerlo sin la voluntad secreta de todos vosotros.

Como una procesión marcháis juntos hacia el Dios de vuestros yo.

Sois el camino y sois sus peregrinos.
Y cuando uno de vosotros cae, cae para que quienes lo siguen no tropiecen con el mismo escollo.
¡Ay! Y cae por los que le precedieron, por aquellos que, siendo su andar más rápido y seguro, no removieron, sin embargo, el escollo del camino.

Os hablo con verdad, aunque las palabras pesen duramente sobre vuestros corazones.

El asesinado es también responsable de su propia muerte.
Y el robado es también culpable de ser robado.
El justo no es inocente de los hechos del malvado.
Y el de las manos limpias no es ajeno a lo que el Felón hace.
Sí, muchas veces el reo es la víctima del injuriado.
Pero, más a menudo, el condenado es el que lleva la carga del que no tiene culpa.
No podéis separar al justo del injusto ni al bueno del malvado.
Porque ellos permanecen juntos ante la faz del sol, así como el hilo blanco y el negro están juntos en la trama del tejido.
Y cuando el hilo negro se rompe, el tejedor debe revisar la tela entera y controlar también el telar.
Si alguno de vosotros trajera a juicio a la mujer infiel, haced que pese también el corazón de su marido en la balanza y mida la verdad de su alma.
Y haced que aquel que ha de castigar al ofensor mire en el espíritu del ofendido.
Y si alguno de vosotros castigara en nombre de la justicia y descargara su hacha en el tronco malo, haced que recuerde sus raíces.
Y encontrará, en verdad, las raíces de lo bueno y lo malo, lo fructífero y lo estéril juntos y entrelazados en el silente corazón de la tierra.
Y, vosotros, magistrados, que tenéis la obligación de ser justos,
¿Qué juicio pronunciaríais sobre aquel que, aunque honesto en su conducta, fuera un ladrón de espíritu?
¿Qué pena impondríais al que mata la carne y es, él mismo, destruido en el espíritu?.
Y ¿cómo juzgaríais a aquel que es, en sus actos, un opresor y un falso, pero que, sin embargo, es también agraviado y ofendido?
¿Y cómo castigaríais a aquellos cuyo remordimiento es mayor que su pecado?
¿No es el remordimiento la justicia administrada por la ley misma que desearíais servir?
Sin embargo, no podréis cargar al inocente de remordimiento, ni librar de remordimiento el corazón del culpable.
Y el remordimiento vendrá en la noche, espontáneamente, para que los hombres despierten y contemplen su propio corazón.
Y vosotros, que pretendéis legislar sobre lo que es justo o injusto, ¿cómo podréis hacerlo si no miráis todos los hechos en la plenitud de la luz?
Sólo así sabréis que el erecto y el caído no son sino un solo hombre, de pie en el crepúsculo, entre la noche de su yo deforme y del día de su dios interior.
Y que la torre del templo no es más alta que la piedra más humilde de sus cimientos.

Extraído de “El profeta”, Khalil Gibran.

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