Mi admiración en el Zen, va hacia el monje chino Joshu, (778-897) que vivió 120 años. Es mi Maestro preferido.
“Si el hombre justo predica la vía falsa, esa vía se hará justa. Si el hombre falso predica la vía justa, esa vía se hará falsa”. Joshu.
“Si un niño es superior a mí, lo seguiré implorando su enseñanza. Si un anciano centenario es inferior a mí, lo seguiré y le enseñaré”. Joshu.
“Un guerrero hábil no deja huellas”. Joshu. (Esta frase la plagió Castañeda.)
Alejandro Jodorowsky
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De este modo, Chao-chou alcanzó la Iluminación a la temprana edad de 18 años, tras lo cual pasó otros cuarenta años junto su maestro Nan-chuan hasta que, a la muerte de este, se convirtió en su sucesor.
Sin embargo, Chao-chou optó entonces por una vida de peregrinaje para profundizar en su experiencia contrastándola con otros maestros (práctica posteriormente conocida como 'Combate [contienda, debate] del Dharma' o 'hossen' ), y se dice que llegó a ir en busca de todos y cada uno de los sucesores y alumnos de Ma-tsu (su “abuelo-en-el-Dharma”). Sólo a la edad de 80 años se estableció finalmente en un monasterio y aceptó discípulos, llegando a vivir hasta la edad de 120 años.
Un monje le dijo a Chao-chou: “Maestro, por favor, enséñame lo que es el Zen”.
Chao-chou dijo: “¿Has comido ya tus gachas de arroz?”.
“Ya las he comido”.
“Entonces lava tu tazón”.
El estilo de instrucción de Chao-chou se llamó “Zen de la boca y de los labios”, pues en voz ronca y profunda emitía las palabras justas que se decía eran capaces de atravesar, como una espada cortante, los obstáculos en la mente de sus discípulos.
En una ocasión, un monje preguntó:
“Maestro, ¿cual es el significado último del origen del Zen?”.
“El ciprés en el patio”.
El monje replicó: “Maestro, veo lo que estás haciendo; contestas a mi pregunta con el método de opuestos complementarios, usando términos que me hagan volver al terreno de la realidad concreta”.
“¡Yo no estoy haciendo todo eso!”, protestó Chao-chou.
“Entonces dime, ¿cuál es el significado último del origen del Zen?”.
“El ciprés en el patio”.
Muchos son los mondos que tienen a Chao-chou como protagonista. En otra ocasión, se le preguntó si un bebé, un niño de teta, se valía o no de sus seis sentidos, y si de este modo estaba también condicionado por ellos; la respuesta fué: “Él juega a la pelota que flota en el torrente de agua”. Años después, otro maestro Ch'an (T'ou-tzu) comentó sobre este mondo: “Es la mente, la conciencia, que no deja de fluir (adaptándose a la corriente como una pelota de corcho en un arroyo de montaña)”.
Igualmente, varios de sus mondos han sido y siguen siendo usados a modo de koan, y son varios los koanes célebres que se remontan a Chao-chou. De entre todos ellos, tal vez el más famoso, admirado y arduo de todos sea el siguiente:
Un monje dijo: “Maestro, ¿tiene un perro Naturaleza Búdica?”.
El maestro gritó: “¡Wu!” [¡Mu!]
Éste es un koan que ha hecho correr ríos de tinta, pues son muchos los maestros que han alcanzado la Iluminación gracias a él. (Baste aquí señalar que la exclamación “¡Wu!” [en japonés: ¡Mu!] es, entre otras cosas, una brusca interjección onomatopéyica, un término que designa “ausencia-de” (como en wu-nien: “no-pensamiento”) y que tiene función de adverbio similar a “sin” o “ningún” (wu-wei: “sin-interferir”, “ningún-manipular”) y una palabra o sonido que se pronuncia igual (aunque se escribe de manera distinta) que la acepción original en chino del término japonés satori [wu].)
Chao-chou ha pasado a la historia del Zen como uno de los maestros más venerados y se cuenta que, de sus 13 sucesores, pocos consiguieron igualarle y ninguno llegó a superarle, con lo que finalmente su línea se extinguió al cabo de pocas generaciones.
Imagen: Cypress Tree in the Garden